En noviembre de 2020, la Federación Internacional de Judo celebraba el 40 aniversario del primer Campeonato Mundial Femenino, que tuvo lugar en Nueva York, EE.UU., en 1980. Lo hacía a través de un evento online y mediante este rendía homenaje cuarenta años después al evento que marcó una evolución del judo, y lo cambió para siempre. Más allá de la alegría de conocer a los participantes después de todo este tiempo e intercambiar recuerdos emocionales, esta celebración orquestada por la Comisión de Equidad de Género, liderada por la Dra. Lisa Allan, permitió resaltar el extraordinario trabajo de Rusty Kanokogi quien, contra todo pronóstico, movilizó generaciones de competidores y organizadores.

Durante décadas, las mujeres estuvieron en un segundo plano y aunque hubo practica desde el principio, en el desarrollo del judo, transcurrió un largo período antes de que se concediera a las mujeres permiso para pisar el tatami de competición, a fin de defender su derecho a obtener medallas.

Según diversas fuentes, a principios de la década de 1950, se permitió temporalmente a las mujeres competir en Francia y otros países como Marruecos, entonces protectorado francés, pero todos estos primeros intentos quedaron aislados y fueron en vano. El cambio no se produjo realmente hasta la década de 1970, cuando comenzaron a organizarse torneos femeninos en Alemania Occidental, Suiza, Austria, y gradualmente en Italia, Gran Bretaña y España.

Hasta llegar a la organización en 1980 de este primer mundial femenino muchas cosas ocurrieron, pero hubo una figura que fue primordial e imprescindible, Rusty Kanokogi, quien, a lo largo de su carrera, se convirtió en la primera gran embajadora del judo competitivo femenino.

Rena ‘Rusty’ Kanokogi (30 de julio de 1935 – 21 de noviembre de 2009) nació en Brooklyn, Nueva York y debido a su situación familiar, comenzó a trabajar a los siete años. En 1954, a la edad de 19 años, un amigo le mostró una técnica de judo que él conocía, eso fue una revelación para ella e inmediatamente se interesó en el judo motivada por la idea de que el deporte la calmaría y la ayudaría a desarrollar el autocontrol. Aprendió judo en su barrio local y trató de competir, pero se le prohibió porque era mujer, aunque, sin embargo, podía entrenar con hombres. Sus capacidades físicas y su espíritu la ayudaron a luchar contra la discriminación de género.

En 1959, Kanokogi finalmente compitió en el Campeonato de Judo de la YMCA en Utica, Nueva York. Las mujeres no fueron excluidas oficialmente de la competición, y como en la inscripción no había ningún lugar para indicar el género, se cortó el pelo y compitió como suplente en su equipo, cuando finalmente pisó el tatami, ganó su combate y su equipo ganó la competición. Al terminar la apartaron y los organizadores del torneo le preguntaron si era mujer, ella asintió con la cabeza y fue despojada de su medalla. Rusty años más tarde recordaba como sus  compañeros de equipo le dijeron  que no fuera, que se quedara en la fila, pero ella decidió que entre la elección de ser humillada en público y ser humillada en privado, prefirió elegir la privacidad. Rusty fue recompensada con su medalla durante una ceremonia especial en 2009, unos 50 años después.

Para que tal situación no pudiera volver a ocurrir, los organizadores agregaron la palabra “hombre” en el nombre de todos los campeonatos posteriores. Durante ese verano, Rusty participó en una competición internacional en el transatlántico Queen Elizabeth en el puerto de Nueva York, y ahí luchó contra un hombre y ganó, de la noche a la mañana, se hizo famosa.

En 1962, como no tenía posibilidad de entrenar y mejorar su nivel en Estados Unidos, viajó al Kodokan en Tokio, Japón. Durante muchos años, las mujeres se habían entrenado en la institución por su cuenta y sin mezclarse con los hombres. Rusty no tardó mucho en demostrar que era mucho más fuerte que todas las oponentes con las que entrenaba, y por ello se permitió, por primera vez a una mujer entrenar con los hombres. El hijo del maestro Jigoro Kano,  Risei Kano que era presidente del Kodokan en ese momento, la ascendió rápidamente a segundo dan.

Mientras estaba en el Kodokan, conoció a su futuro esposo, Ryohei Kanokogi, la pareja se casó en 1964 en Nueva York y tuvo una hija, Jean.

De regreso a los Estados Unidos, continuó enseñando, entrenando y organizando y dirigiendo diversos torneos, los primeros con muchas limitaciones para las mujeres, finalmente en 1973 la Unión Atlética Amateur (AAU) empezó a utilizar un nuevo reglamento y la primera competición nacional de la AAU tuvo lugar en 1974.

Siguiendo el ejemplo de Rusty Kanokogi y debido a la expansión del judo femenino, la Unión Europea de Judo organizó una primera competición en 1974, en Génova, Italia. Al año siguiente, en Munich, Alemania, se llevó a cabo el primer Campeonato de Europa Femenino. Una evolución similar ocurrió en todo el mundo y el primer Campeonato Femenino de Oceanía se celebró en 1974 y en 1976 le siguió el Panamericano y en 1978, lo hizo Japón.

Había llegado el momento de que el judo femenino se globalizara, y así es como llegamos a 1980, y al primer campeonato mundial de judo femenino que se celebró en el Madison Square Garden, organizado y patrocinado por Rusty Kanokogi a través de la hipoteca de su propia casa.

El Campeonatos del Mundo de Nueva York significó un paso importante antes de que el judo femenino pudiera incluirse en los Juegos Olímpicos. Sin este paso y sin la determinación de los organizadores, nada hubiera sido posible, y en parte gracias a ello el judo femenino se integró por completo en el programa olímpico en 1992, en Barcelona, ​​España.

Para la mayoría de las participantes del mundial en Nueva York, ese fue su primer gran viaje fuera de su país y una aventura extraordinaria, en aquel momento ellas no eran conscientes del impacto que el mismo tendría en el desarrollo del Judo Femenino y del Judo en general. Y así ocurrió también en España, que participó con un completo gran equipo:

-48 kg María Luisa Iglesias
-52 kg Sacramento Moyano
-56 kg Lucía Mañez
-61 kg Pilar Otegui
-66 kg Delia Blanco
-72 kg Inés Kasper
+72 kg Menchu Gutiérrez

Hoy nuestro deporte, el judo, se celebra como un modelo de igualdad y equidad entre hombres y mujeres, mismo número de categorías de peso y eventos, mismo premio en metálico ofrecido a hombres y a mujeres, pero el camino hasta aquí no siempre ha sido fácil y las mujeres han tenido que luchar durante muchos años para que se reconozcan sus derechos.

Gracias por sus aportaciones a la IJF, Dra. Lisa Allan y a Jean Kanokogi.