A lo que contestaba yo sin gran convicción: “algo haremos”
Y si digo la verdad, sin muchas ganas de meterme en grandes “berenjenales”.
Lo comenté en ocasiones con mi socio Jesús Sánchez, y que como yo pensaba, que si, que juntar a la gente si, hacer algún entrenamiento también, quizá un kangeiko más multitudinario, pero nada más.
Lo que yo si tenía claro que quería hacer, era ponerme en contacto con Raúl Lahoz.
Raúl Lahoz es un periodista de Heraldo de Aragón, que en su momento en la década de los 90, cuando de un campeonato de España volvimos con un número importante de medallas y ningún medio se hizo eco, los medallistas indignados escribieron una carta a Heraldo de Aragón mostrando su descontento y una tarde Raúl se presentó en el club, se sentó entre ellos y los escuchó.
Después escribió una página, a su estilo, expresando sus sensaciones en el pasillo al entrar en el club una tarde en plena actividad de clases, donde apreció olores, ruidos, cruzándose con madres sonrientes, niños ilusionados, judokas formados como definió en su artículo que le parecieron “los primos de Zumosol”, un artículo entrañable, que sé que guardo, pero que de tan bien guardado que lo tengo, no sé donde he metido.
Más tarde Raúl, con motivo de la lesión de Sergio Doménech, y con motivo de la publicación de “Vivir el Judo”, volvió a entrevistarnos y escribir unos artículos siempre en un tono muy familiar.
Y me puse en contacto para comentarle el tema de que si pensaba que 40 años merecía un comentario que tomara cartas en el asunto y publicara algo.
Y no por publicitar el club, sino por reconocer el tiempo, el trabajo y la dedicación, no solo nuestra, que también, sino de todos nuestros alumnos que nos han confiado, o que nos confiaron su tiempo y nos dejaron participar de sus vidas y que pudiéramos dedicar la nuestra como Profesores de Judo.
Pasado el verano mi amigo Paco Gracia me comenta que se acerca diciembre, que él está en contacto con mucha gente por las redes sociales y le preguntan si se va a hacer algo, que qué se va hacer, que cómo se va a celebrar, y me lo cuenta, “me pincha”, quiere que yo me defina.
Le vuelvo a decir que he hablado con Jesús y que no queremos hacer nada especial. Que son 40 años y que eso es lo especial, pero que ninguno de los dos tenemos ganas de complicarnos ni de hacer nada.
Me va contando y me dice que no nos preocupemos. Que va a organizar una comida y que se va a encargar él de todo. Que no va a haber ningún gasto por nuestra parte, porque a todo aquel que vaya a asistir se le va a pedir una aportación para el evento.
Que está en contacto con todo el mundo, y que incluso lo va a comentar a judokas amigos de otras Autonomías para que vengan. A esto último me niego en redondo. Le explico que no tiene que comprometer a nadie y mucho menos a quien vive lejos. Que posiblemente vinieran y estaríamos encantados todos de vernos, pero si es un aniversario del club es para la gente del club, para los que han hecho Judo en el club, y que no tiene sentido que para esta ocasión comprometa a amigos a venir de otros sitios.
Le digo también, que son 40 años haciendo Judo y que la celebración tiene que ser en el tapiz haciendo Judo. Que si luego quiere hacer una comida, perfecto, pero que la celebración y la primera toma de contacto tiene que ser sobre el tatami.
En estas estamos, cuando el 20 de septiembre recibo una llamada: “Allo Jose, Jacques Le Berre. Te llamo para decirte que mañana cumplo 80 años”.
Felicitacións monsieur Le Berre, respondo. Bon aniversaire. Nos fairon plus tôt 40 ans, se me ocurre decirle.
“40 ans, ¿quand?” pregunta. En decembre. “¿Mais dans quel date?”. A final, respondo.
“Bon je vais voir, on est en contacte”
Y me deja con la duda. Y conociendo al maestro, intuyo va a venir. Se lo comento a Paco. Mi “problema” ahora es que se presente sin avisar. Le digo a Paco que hay que poner fecha al evento en función de cuando vaya a venir el maestro. Porque si viene para celebrar el cuarenta aniversario y viene fuera de fecha…
Y sigue avanzando el tiempo y Paco me dice que hay que fijar fecha por el restaurante. Que esta preguntando mucha gente y hay que dar respuesta. Le digo a Paco de decida él, y que si el maestro viene fuera de fecha, se organiza un entrenamiento y una celebración especial.
Y Paco concierta con el restaurante y fija la fecha: sábado 2 de diciembre. Le digo que convoque un entrenamiento a las 10’30 y que después iremos a comer.
El 20 de noviembre: “Allo Jose, Jacques Le Berre. ¿Quand c’est la celebration”
Le 2 decembre. Le matin il aura un entrenaiment a 10’30 et aprés on ira manger, respondo. “D’acord. Je vais essaier d’aller” (intentaré ir).
Ya no tengo la menor duda, viene.
Paco me va informando el número y los nombres de los que se van apuntando. Algunos hace muchos años que dejaron de practicar. Otros menos tiempo y muchos son actuales.
Me preocupa no reconocer a los que no veo hace 20 o 30 años, que los hay. Eran niños de 12-15 años y ahora son hombres de 35- 40…, algunos ya sin pelo, pero se han apuntado y tienen ilusión por venir…
Paco anuncia que va a estar el maestro Le Berre en la celebración. Muchos judokas del club lo conocen. Algunos de ellos vinieron durante veranos conmigo al Temple sur Lot. Otros han estado en los cursos que Le Berre impartió en Zaragoza. En la época de los 90, en las vacaciones de Semana Santa. Varias veces desde la Aragonesa o de manera particular lo trajimos a Zaragoza, y muchos alumnos del club asistieron a sus clases.
Y vuelve a llamar el maestro. Llegaré el jueves 30 hacia las 19’30. “Je descend en train jusqu’a Touleuse, et avec Alexandre en voiture jusqu’a Saragosse”. (Bajo en tren hasta Touleuse y con Alexandre en coche hasta Zaragoza”.
La llegada del maestro empieza a preocuparme. Me sacan de mi rutina y… Y aunque entiendo que es un lujo y que es una suerte que el maestro Le Berre quiera venir a celebrar nuestros 40 años, organizarle la vida aquí me preocupa…
Me preocupa porque se encuentre bien. Porque esté cómodo. Porque pueda alojarlo en condiciones. Porque no sienta frío en el club, nuestro tatami es una nave y en invierno resulta especialmente frío. Porque en el entrenamiento la gente responda.
¡Y además porque Le Berre tiene 80 años! Hace cuatro que no lo veo, y no se como lo voy a encontrar…
Podía buscar un hotel, pero Le Berre no es de hotel. Nunca lo ha querido, Siempre ha preferido estar en casa. En ocasiones, se quedaba en casa de Ángel Claveras, mi Profesor, otras veces en mi casa.
Y todo era plantearme dudas. ¿Se sentirá cómodo en una habitación de dos camas para él y Alexandre? Cuando el viernes por la mañana a las 6 vaya con los matutinos, ¿le hago madrugar y me lo llevo, o lo dejo durmiendo en casa? Por la tarde ¿dejo en sus manos la clase de infantiles y cadetes? ¿Habrá “quórum” en la de adultos?
El día del entrenamiento de celebración ¿cabremos en el club? ¿Se podrá hacer la sesión en condiciones? ¿No hará demasiado frío?
Preocupaciones y dudas todas ellas razonables. Las comento con mis allegados que no le dan la misma importancia que yo. Saúl Nafría me dice: “No te des tanto mal y disfruta de Le Berre, maestro”. Sergio Gayan se ríe cuando se lo digo por la mañana. Le hace gracia ver como cuando me sacan de mis rutinas me agobian las circunstancias.
Y es que reconozco que cuando no controlo la situación…
Jueves 30 por la tarde. El teléfono cargado a tope por lo que pueda pasar, e impartiendo una clase de pequeños sobre las 17’30, suena: “Allo Jose, se suis a Ainsa, on arrivera en deux heures a peu pres.” (Estoy en Ainsa, llegaremos en dos horas más o menos). Bueno… sigo mis clases…
Al tiempo: “Allo Jose je suis a Zuera”, y calculo media hora más…
Y nueva llamada: “On est deja, veo el Pilar” (Ya estamos, veo el Pilar). ¿Pero donde? Pregunto, “Sais pas, aun en la carretera, pero veo el Pilar”.
¡No me llame más hasta que pare y sepa donde está! Aparque, métase en un bar y con la dirección en la mano me llama y me dice…
Todo esto rodeado en mitad de una sesión extrañándose mis niños de que durante la clase cogiese el teléfono, hablase agitado y además… en francés.
Y finalmente cuando llamó dando indicaciones claras de donde se encontraban, llamé a Paco para decírselo, dejé la clase en manos de Juan Luna, y los dos acudimos al encuentro del maestro.
Tengo que reconocer a “toro pasado” que todo ha sucedido con gran normalidad, aunque haya habido muchas situaciones y anécdotas que podría contar, pero me voy a ceñir al evento que nos ha traído hasta aquí.
La mañana de la celebración.
El entrenamiento estaba previsto a las 10’30. Paco Gracia el responsable de la organización de este evento tiene previsto examinarse de 6º dan el 10 de diciembre en Madrid. Durante todo el año hemos quedado los sábados a las 8’30, Daniel García, que le hace de uke, Paco y yo, para practicar el Goshin jitsu.
Se enteró el maestro, y como no podía ser de otra manera se apuntó al tema, de manera que a las 7’30, estaba con el maestro y Alexandre desayunando en un bar junto al club, antes de entrar en faena.
Cuando llegaron Paco y Dani, se pusieron los cuatro en judogi y empezaron a trabajar. Serían las 9’15 cuando comenzaron a llegar los más madrugadores. Conforme llegaban, les mandaba cambiar, se ponían en judogi y desde el extremo del tatami asistíamos a las indicaciones y correcciones que tanto el maestro Le Berre como Alexandre daban a Paco y a Dani para la correcta ejecución del Goshin jitsu. Y seguía llegando personal…
A eso de las 10’15 el maestro decidió tomarse un respiro, e indiqué a los que estaban de espectadores y esperando que empezaran a hacer uchi komi mientras se hacía la hora.
Y seguían entrando… actuales, veteranos, antiguos. Yo de alguna manera expectante para recibir y saludar a algunos que no veía desde hace… ¿años?
El tatami se fue llenando, primero fueron dos filas que hacían uchi komi y cada cierto tiempo cambiaban de manera ordenada, luego fueron cuatro, para terminar siendo seis, tres grupos, en total unos 80-90 judokas, lo tengo que confirmar con la foto que hicimos, que de manera ordenada iban cambiando mientras acababan de incorporarse los últimos rezagados.
Eché en falta a algunos que pienso que deberían haber estado, pero que o no se enteraron, o quizá les coincidió con alguna responsabilidad familiar, alguno que venía de lejos le sorprendió la nieve… y llegó más tarde, o simplemente no quisieron estar.
Creo que nunca habíamos estado tantos judokas sobre el tapiz. Los uchi komi de los que llevaban tiempo sin hacer eran en algunos casos, con muy poca forma y descoordinados. Indiqué a los que hacían Judo todos los días que cuando les tocara uno de estos, de “Judo ancestral” (cambiaban constantemente de compañero), trataran de ayudarle y corregirle, y a los que llevaban tiempo sin hacer que intentaran sentir cuando hacían con uno actualizado y se dejasen aconsejar, que de alguna manera “se dejaran querer”.
Y llegó el momento de la explicación. Cinco minutos antes previne al maestro de que le iba a tocar, y me pidió que le eligiera un uke para la ocasión. Y aunque entre los que hacen Judo cada día, podía haber servido cualquiera, David Crespo me pareció el más indicado, por peso, altura, forma, y sensaciones que pudiera transmitir al maestro.
Se lo dije y se acercó al maestro que “lo probó” y aceptó sin ningún tipo de rechazo.
Con el mismo desplazamiento y ante la misma situación el maestro explicó la posibilidad de aplicar diferentes técnicas. Ante un silencio inusual por el número de participantes, el maestro, mostraba, repetía y hacía. Daba en francés las indicaciones, que yo traducía y luego todos trabajaban. El maestro constataba si se había entendido lo que quería transmitir y que volvía a repetir si hacia falta el trabajo realizado.
Los asistentes entregados con apenas sitio trataban de hacer lo que Le Berre indicaba.
Luego realizó un trabajo sobre la aplicación de sasae con varios desplazamientos y con diferentes oportunidades.
Y había quien pedía práctica libre (randori), tuve que explicar que no era día para hacer randori. Que había todos los días del año para entrenarse. Y además, los que pedían mayoritariamente hacer randori eran los que llevaban años sin hacer…
Y como hubiera sido una verdadera imprudencia, decidimos montar el escenario para la foto y luego para saludar, que costó meter a todos en una sola fila, que rodeaba todo el tatami frente a los altos grados.
Agradecimos a los asistentes su presencia allí, los convocamos para el evento gastronómico de después y les convinimos para ir pasando poco a poco por el vestuario, pues aunque resulta amplio, igual que habían llegado escalonadamente la salida debía ser de la misma manera.
El evento gastronómico:
Estaba previsto de 13h a 16h. Sobre la una menos diez los más madrugadores estábamos en la puerta.
Cuando entramos sentamos al maestro en una especie de Presidencia donde todos aquellos que lo querían saludar, se acercaban a hablar con él. A su lado Ángel Claveras, Alexandre y “las visitas” que se acercaban…
Alrededor de unas mesas redondas, se formaron grupos por camadas, edades, sexos, generaciones, todos se movían de mesa en mesa se saludaban, hablaban en un ambiente donde se “mamaba Judo”: amistad y cariño por los cuatro costados.
Yo en pie me apalanqué cerca del maestro “por si acaso”.
Hacía tiempo que no recibía tantas felicitaciones, agradecimientos, abrazos, besos, muestras de cariño…, de hermanos, amigos, alumnos actuales, alumnos de siempre, desaparecidos durante años, antiguos, qué queréis que os diga. Hay un dicho actual cuando uno ha sido reñido que dice: “me dijeron de todo, menos bonito”.
Pues a mi lo menos bonito que me dijeron, fue bonito. Porque me oí de todo. Y tengo que reconocer que se me saltaron las lágrimas en muchas ocasiones. Oír que te digan lo importante que has sido para muchos en sus vidas, que te recuerden anécdotas que les marcaron, la época que vivieron, la dirección que sugeriste…
Te hace ver la importancia que tenemos todos los profesores de Judo en la vida, en el desarrollo y en la evolución y crecimiento de nuestros alumnos.
Terminó el evento con la entrega de una placa al maestro Le Berre, otra a nosotros, a Jesús y a mi, junto con un reloj del Corte inglés con el ticket regalo, pero que grabado con nuestro nombre y el motivo de la celebración no podríamos cambiarlo. Tampoco lo íbamos hacer. Por cierto, Paco que se autodenominó después de lágrima fácil, en la entrega de la placa a nosotros… se entregó.
Nos dijeron de hablar, decliné a Jesús que agradeció a Paco y a los que habían colaborado con él, la organización de este acto, incidió en la importancia de lo que son 40 años. Que son tres generaciones y dio nombres, Ángel Ramos, sus hijos Carlos, David e Isabel, los tres con resultados nacionales y ahora su nieto Sergio, hijo de David.
No me libré y me tocó a mí. Traté de decir lo que había comenzado al final del entrenamiento en el club y que no pude terminar por la emoción.
Agradecí a Ángel Claveras el hecho de estar allí. Expliqué que Ángel fue nuestro Profesor, el de Jesús y el mío. Pero también el de Paco, Carlos y de todos los que empezaron a practicar Judo entonces.
Que Ángel fue el que sembró la semilla para que esto pudiera ser.
Agradecí al maestro Le Berre el haber venido. Que si Ángel plantó la semilla, el maestro aprovechándonos de sus enseñanzas durante esta fase, fue el abono y el riego que la hizo crecer.
Agradecí a mi socio Jesús Sánchez, el haberme aguantado 40 años, ¡que tiene tela!
Y agradecí a todos nuestros alumnos el estar allí, el haber confiado en nosotros, el habernos dejado participar de sus vidas, lo que ha dado sentido a las nuestras.
Finalmente se pidió al maestro unas palabras y dijo estar impresionado primero del ambiente que allí se respiraba, segundo que estaba encantado con el nivel de Judo exhibido en el entrenamiento del viernes y en la mañana del sábado. Y que como él nos consideraba “su grupo de Judo en España”… estaba feliz y agradecía a todos las muestras de cariño recibidas.
Y con muchos ojos empañados por las lágrimas de emociones que no podíamos contener, terminaba este acto que yo nunca quise celebrar, pero que si me hubieran dicho: ¿cómo quieres que se haga?
Yo hubiera querido hacerlo así.