José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

Al final todos cambian. Es lo que dijo mi alumno Saúl Crespo al comentar con él, impertinencias de un pequeño mío, durante las clases de Judo.

Un dicho dice: “Hay un solo niño bello en el mundo y cada madre lo tiene”
Y es que los niños son verdaderamente importantes para sus padres.

No somos conscientes, de lo que nos dejan los padres cuando nos los traen a Judo. Nos dejan lo más importante que tienen en su vida, lo que más quieren, y lo hacen, porque piensan que el Judo puede ser muy bueno para ellos.

Y nos encontramos con niños de distintos moldes. Unos que vienen “aprendidos de casa”, y otros que no.

Seguro que todos los padres, tratan de educar a sus niños lo mejor que pueden o que saben, pero nos llegan a veces algunos niños…

Y los que nos resultan más complicados muchas veces, suelen encontrarse entre los más pequeños, que mantienen ese pensar de, “yo, mi, me, para mi, conmigo,” y que hasta los 11 y 12 años no dejan de hacerlo, y son los que más se hacen notar.

Luego conforme crecen…, van entendiendo, se van dando cuenta de las cosas, se van centrando en la vida y se van calmando y comienzan a madurar.

“Totalmente prohibido insultar y burlarse de nadie”, tengo que decir a veces en mi grupo de pequeñitos de 5, 6 y 7, donde los niños, a veces, demuestran su “crueldad”, y en el calentamiento o juegos, algunos que necesitan ser contemplados, sentirse superiores, o llamar la atención, se meten y se burlan de sus compañeros.

“No puedo con la mala educación”, me decía un día el maestro madrileño Raúl Camacho, árbitro internacional, cuando en una salida con el equipo júnior, hablábamos de este tema.

Como dice Salvador Cardus en su libro, “Bien educados”:
“El bien educado va más allá de no molestar. Ser un estorbo es un claro indicio de la mala educación. Pasar desapercibido, no ser un estorbo, significa aprender a contener los propios deseos, a no ir por la vida llamando la atención, a ser comedido. En resumidas cuentas, a ser respetuoso”.

Aunque, como dice mi alumno Saúl Crespo: al final todos cambian.
Y quizá es cierto

Hace unos días, a mediados de este mes de mayo, vino un padre por la mañana a preguntar cuando podía traer a sus niños Alejo de 8 años y Julia de 12, a hacer Judo.

Por edad entrarían en grupos distintos, pero quedando lo que quedaba de curso, y hacérselo más fácil, le dije que los trajera juntos, en el grupo de infantiles y cadetes que imparto yo, y así tampoco le complicaba la vida a mi amigo y socio Jesús Sánchez, ahora a final de curso.

Y tras la primera sesión salieron entusiasmados. ¿Pero, qué les gustó tanto?

Al empezar la sesión, los presenté y comenté que venían a probar y que todos tenían que tener especial cuidado con ellos, porque era su primer día, y no estaban acostumbrados, ni a la sala, ni a andar descalzos, ni a correr entre tantos compañeros, ni a agarrarse con otros para hacer movimientos, ni a tirar, ni a caer, por lo que, al ser una situación especial para ellos, todos teníamos que cuidar.

Hicimos un calentamiento clásico con ejercicios y juegos. Explicamos que el Judo es un deporte de lucha donde hay que aprender movimientos para conseguir tirar, por lo que hay que aprender a caer, y explicamos la forma de caer, y las caídas, las practicamos e hicimos todos al mismo tiempo.

Pero pienso que lo que más les gustó, fue el trato y el cuidado que recibieron por parte de todos, que les hizo sentirse importantes. El sentirse protegidos y la conducta que todos tuvieron con ellos a la hora de practicar los movimientos, les tranquilizó y les hizo estar a gusto.

Tengo que decir que en este grupo de infantiles y cadetes, quizá algunos pasaron de pequeños por la fase de necesitar ser “el ombligo del mundo”, y estorbar, pero como dice Saúl Crespo “al final todos cambian”, ahora es un grupo ejemplar, al que al finalizar la sesión, les felicité por la forma en que había acogido a “estos nuevos”, el ambiente de trabajo tan favorable que habían logrado, y por cómo se habían conducido durante la sesión.

Y satisfecho por cómo había salido todo, y ver cómo Alejo y Julia contaban a sus padres lo bien que les había parecido la experiencia, analizando la situación, tengo que admitir que, los Profesores de Judo tenemos ventaja con otros deportes, por el respeto que del mismo Judo se desprende.

Respeto que favorece, las formas y los rituales que el Judo comporta.. El orden y silencio durante la sesión. El saludo al pasar a la sala, a cada compañero, el cuidado al proyectar, la ayuda en el momento de aprender y de realizar los movimientos, son formas que constituyen las condiciones materiales y que propician un ambiente de trabajo adecuado, que tenemos que preservar.

Ambiente de trabajo que, seguro nos cuesta más conseguir, con algunos niños más complicados, que habitualmente suelen ser los más pequeños, pero que una vez iniciados en la práctica del Judo, al final, todos cambian