En los años 1995, 96, 97… yo asistía en el mes de julio a la concentración que se celebraba en Castelldefels, acompañando a mis alumnos en ocasiones, o convocado con el equipo nacional juvenil del que entonces era entrenador.

No es un secreto que siempre me ha gustado madrugar. Y en Castelldefells también. Me levantaba pronto y buscaba “algo” abierto para tomar un café.

Y fue allí donde coincidí con Pepín por primera vez. También madrugador, venía no se si desde Barcelona o desde algún lugar cercano donde pasaba sus vacaciones, a disfrutar del  entrenamiento desde la grada.

Comenzamos a hablar, no puedo recordar ni como ni de qué, pero el caso es que a partir de ese día, yo madrugaba y me dirigía al mismo sitio con la ilusión y la esperanza de encontrarle y así poder seguir disfrutando de su conversación.

Él ya era 7º dan, yo debía ser entonces 5º, y para mi era un lujo que Pepín me dedicase su tiempo y poder indagar en su historia, que era la historia del Judo catalán y por ende del Judo español.

Esto duró varias concentraciones de Casteldefells. Luego mi relación siguió cuando la Federación catalana me invitó a impartir un seminario, “Estructura de un combate”, en Badia del Vallés, él asistió como un participante más. 

Y siempre en los torneos que el catalán José María García organizaba en Hospitalet y yo acudía con mis alumnos, él estaba en la grada, se preocupaba de buscarme y si podíamos compartíamos nuestro tiempo.

Después de mi accidente y durante mi recuperación, no se de donde sacó mi teléfono pero el caso es que me llamó varias veces interesándose por mi estado.

Y primavera, verano, otoño, invierno, primavera… Pepín se nos ha ido. Sencillo, llano, con las ideas muy claras, lleno de Judo, una enciclopedia viviente. 

Como lo definió una vez el catalán José Manuel Cortés: “todo un pozo de sabiduría”.