Después fue el naranja y el verde con relativa rapidez. Tres, seis y nueve meses entre cada cinto. De verde a azul fueron dos años. A azul pasé en el curso que organizó mi profesor Ángel Claveras con sus amigos, Juan Cotrelle, Michel Lambert y José Supervia por primera vez en 1972 en Villanúa. Un año más para pasar a cinto marrón, también en su segundo curso en Villanúa en 1973.
Mi primer dan fue en Barcelona, 6 octubre de 1974. Obtenidos los puntos de competición nos examinamos a la vez y pasamos Manolo Hernández, Jesús García Palacín y yo. En el tribunal, Rene Vidal, Roland Burger, José Pons… no recuerdo quien más…
Recuerdo el comentario de Roland. “¿Ustedes de donde son?, feliciten a su profesor porque lo han hecho francamente bien”. Roland Burger estaba en todos los pasos de grado, y no le había pasado inadvertido la influencia en nuestro Judo del profesor francés Jean Cotrelle, con el que ya llevábamos un par de años de relación.
Luego 2º, 3º, también con fase de competición y examen técnico. La fase de competición, consistía en agrupar a los aspirantes en grupos de seis de pesos similares y realizar una liga con todos ellos. Había que sacar un número determinado de puntos que fueron variando con el tiempo. Pero si no ganabas un mínimo de tres combates, no los sacabas.
Para primero se exigía el nage no kata completo. Para segundo katame no kata y para tercero el kime no kata. Para cuarto los tres, y para quinto el Ju no kata que yo realicé en Madrid con mi alumno Esteban Escudero, que no se si era aun marrón o ya primer dan pero que tuvo que aprender de uke el Ju no kata.
Cuando pasas a primer dan te hace mucha ilusión. De 2º a 5º te muestras orgulloso de obtenerlo y de serlo, aunque no se note y nadie se entere.
En ese periodo. “estas en la edad”, y cuando surgía en una conversación ¿Que deporte haces? Entras en esa fase en que deseabas que te preguntasen ¿Qué cinto tienes?, cuando lo decías, “cualquiera se mete contigo”, “cualquiera”, respondía yo.
Cuando pensé presentarme a sexto, quería hacerlo en junio y no cumplía el tiempo hasta diciembre. Lo comenté con Alejandro Blanco, entonces Presidente de la RFEJYDA, para la posibilidad de reducir el tiempo y me dijo: “No te presentes José Ángel, va a ser la Gala y voy a tener que conceder grados, déjame que sea yo el que te lo proponga…”
Y que iba a hacer…
Qué me hizo ilusión, ¡claro!, y lo agradecí, pero pienso que me hubiera gustado más, si me hubiera podido examinar como ahora ha hecho Paco. De hecho estuve mucho tiempo sin ponerme el cinto, porque no me consideraba merecedor, y no porque no me hubiera examinado, que a lo mejor también, sino por el hecho de que hasta entonces todos los rojo blancos que había visto o conocido empezando por Roland Burger, Henri Birnbaum, Jacques Le Berre y muchos más me parecían de un nivel y unos conocimientos mucho mayores, como de otra galaxia.
Las primeras veces que me puse el rojo blanco, miraba hacia abajo acostumbrado a ver algo negro a la altura del cinto, al no verlo me parecía ir desnudo…
Y llegó el 7º, “como Kawaishi”…
Hay que reconocer que nos ilusiona siempre cada paso de cinturón.
El amarillo y en realidad todos los colores, porque apreciamos un cambio. Luego el primer dan, por supuesto nos hace una gran ilusión, segundo, tercero, cuarto incluso quinto, nos proporciona una satisfacción interna, pero no hay una diferencia tangible.
Para sexto si te examinas, orgullo, ilusión y agradecimiento… Séptimo, y octavo no se, pero en realidad es una continuidad del sexto, porque no existe un cambio sustancial. Es una consecuencia de estar y aguantar. Un reconocimiento.
Y noveno, más reconocimiento, con un cambio notable pero que evidentemente tampoco se que se puede sentir…
Resumiendo, podemos decir que los momentos que nos marcan como judokas son:
El cinto amarillo que nos abre las puertas del aprendizaje en Judo.
El primer dan que nos instala y confirma en nuestro deporte.
El sexto que nos mete entre “los elegidos” y
El noveno que solo han conseguido, consiguen y conseguirán algunos de los que han vivido y viven con pasión el Judo toda su vida, y demuestran que son “ realmente especiales”.
Y estos son los pasos que nos condicionan, que nos marcan e influyen en nuestra vida como judokas:
Los cambios visibles.