José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

“Es un lujo tener este grupo al punto de la mañana”. Digo a mi alumno y amigo Santiago Coello, cuando juntos, íbamos camino de tomar un café, al finalizar la sesión con los matutinos el pasado miércoles.

Efectivamente respondió, y añadió: Además es que nos hemos hecho, y somos todos amigos. Formamos un buen grupo de amigos.

Creo que fue al Profesor Cotrelle, cuando hablando de la evolución en la relación y en el trato dentro de la enseñanza del Judo distinguía entre los estamentos de cliente, alumno y amigo.

Todos los Profesores de Judo, sobre todo al principio necesitamos clientes. Niños y mayores. En los colegios básicamente son niños, y en los clubes, niños y mayores. Los necesitamos para vivir, para mantener los grupos, para sufragar gastos, financiar el club.

Nuestros clientes tienen su profesión, trabajan, y se ganan la vida con ello.
Cuando empezamos a impartir clases de Judo, excepto los que ya conocemos y que son amigos y vienen desde el principio con nosotros, todos son clientes.

Va pasando el tiempo, y estos que llamamos clientes, conforme nos van haciendo caso, y van aprendiendo del Judo y de la vida con nosotros, se van haciendo y los vamos haciendo y considerando alumnos.

Y llegar a tenerlos como amigos, es una cuestión del paso del tiempo, del trato, de la relación, de las diferentes personalidades, y de la edad.

Siempre tenemos y tendremos clientes de diferentes edades, pero conforme nos vamos haciendo mayores, con el trato y el paso del tiempo, la relación los hace alumnos y la confianza refuerza esa relación, que se va transformando en amistad.

Habitualmente en un grupo tenemos además de amigos que se han forjado por el tiempo y la situación, clientes y alumnos. Clientes y alumnos que a veces no se conducen como nos gustaría que lo hicieran. Muchas veces son niños los que nos alteran las sesiones y resultan molestos en el grupo.

Son niños, que vienen con “una educación de casa” que deja mucho que desear, y nos cuesta hacernos con ellos. Quizá por su forma en que se han conducido hasta ahora, porque en su casa se les ha consentido todo, y aquí les cuesta entender que tienen que comportarse de otra manera y les cuesta hacer caso. A veces resultan descuidados, descarados y en ocasiones hasta malhablados, e incluso muestran cierta violencia. En definitiva, que van a su aire.

Y son estos, los que más necesitan del Judo y su ambiente, y en los que más se va a notar la influencia que el Judo va a tener, en su vivir y en su comportamiento de cada día.

Cuando acudimos a una sesión donde nos vamos a encontrar a estos “niños clientes” que nos resultan molestos, asistimos con desánimo a veces y sin muchas ganas.

Vamos con la sensación de que nos vamos a tener que enfrentar con ellos, por conseguir que la sesión se desarrolle con normalidad, y la esperanza de que no nos amarguen la clase, y muchas veces nos preguntamos por qué tenemos que ser nosotros, “los que pongamos el cascabel al gato”. ¡Qué necesidad tenemos de pasar un mal rato!

Cuando vamos a impartir una sesión donde se encuentra un grupo trabajador, motivado y con ganas, de hacer y trabajar, vamos ilusionados, con interés y con ganas por estar con ellos. Y durante la sesión cuando vemos cómo responden disfrutamos de la situación.

Y si vamos a impartir una clase con amigos, es otra historia, porque estar entre amigos en judogi, probando movimientos haciendo Judo, apreciando la progresión, hablando de Judo, viviendo el Judo, resulta una fiesta.

Y es nuestro trabajo, y estamos trabajando, pero no tenemos esa sensación. Es una suerte y un lujo trabajar haciendo lo que nos gusta y hacerlo junto a amigos, es la mayor satisfacción, y el mayor logro al que todos aspiramos

Y por eso es importante, tener en cada sesión alumnos o amigos que nos motiven, y que nos ilusione estar con ellos.

Y esa motivación se produce por su interés, por su forma de ser, por como se conducen, y por cómo hacen. Y eso es lo que nos hace ir motivados a impartir, a estar en la sesión. A compartir ese tiempo con ellos, a los que vamos integrando y haciendo parte de nuestra vida.

Afrontar las sesiones con alumnos, donde hay muchos amigos, es como no trabajar. No tenemos la impresión de estar trabajando. Y en el fondo todos son clientes, pero la tranquilidad, incluso felicidad con que nos dirigimos a impartir una sesión con amigos,
es distinta.

Y en nuestras sesiones hay cabida para todos. Nuevos, veteranos, interesados por aprender, “enteradillos de Internet”, que a veces llegan a resultar impertinentes, incluso peligrosos, y alumnos trabajadores y responsables, de los que ya nos hemos hecho amigos, y ya conocemos.

Y necesitamos seguir una programación, y tener una motivación, para cada día asistir con ganas e impartir las sesiones.

Programación para prever los contenidos de cada día. Puede ser de preparación de competiciones, si tenemos competidores, de preparación de paso de grado, de exhibiciones, o simplemente llevar una progresión, con un sistema de enseñanza de Judo, que conjunte todo esto, y vaya ayudando y formando a nuestros alumnos, y una motivación como puede ser la relación con nuestros alumnos y amigos, apreciar su progresión e ilusionarnos como van conociendo y viviendo los valores del Judo.

Y esto es lo que nos lleva a pensar a todos, y me hace decir a mí, al terminar la sesión:
“Es un lujo tener este grupo al punto de la mañana”.