La madurez de un profesor de Judo comienza a manifestarse cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por nuestros alumnos que por nosotros mismos.

Preocupación porque les guste el Judo, porque se enganchen para desde allí poder conseguir que los valores de Judo impregnen a nuestros alumnos, los hagan madurar e influyan positivamente en sus vidas.

Por lo que a nuestros alumnos, trataremos de  proporcionarles el mejor ambiente, las mejores condiciones en las que puedan aprender, evolucionar y madurar. Por eso deberemos planificar, programar, estudiar y ser responsables.

Recuerdo a mi madre cuando a veces contrariada por algún comportamiento nuestro que ella consideraba inadecuado nos decía: “yo mejor no lo se hacer, y tengo la esperanza de que algún día os acordéis de vuestra pobre madre y sepáis reaccionar…”

Todos los judokas somos un compendio de la influencia de otros muchos judokas y Profesores. Evidentemente en la vida partimos de nuestros padres y de nuestro entorno familiar y como judokas de nuestro Profesor de Judo y de nuestro club.

Pero durante nuestra vida como judokas asistimos a muchos cursos, competiciones, concentraciones y conocemos a muchos judokas entre ellos participantes y competidores como nosotros pero también entrenadores y Profesores.

Y aprendemos de todos. Porque de todos se puede aprender Y sobre todo tendemos a imitar a los judokas que admiramos.

Hay que saber qué aprender de cada uno, de las técnicas que explican, de su forma de actuar, de su proceder, y de cada uno incorporar lo que mejor nos parezca a nuestro Judo, a nuestra vida como judokas en el tatami y fuera de él.

Y al final de todos tendremos algo. Mucho de nuestro Profesor y también de los Profesores y judokas a los que admirando tratamos de imitar, y de todos aquellos con los que a lo largo de nuestra vida nos hemos relacionado.

De allí la importancia y la responsabilidad de nuestra forma de proceder, teniendo presente la influencia que podemos tener en los demás judokas con nuestro ejemplo.

 

¡Qué corto! ¡Me ha sabido a poco maestro! Dice mi alumno David Crespo cuando le doy a leer este borrador.

Toño Gil, amigo y alumno de la mañana, el día anterior había dicho ¿cortito no? Cuando se lo había enseñado.

Y teniendo en cuenta sus comentarios, pensando en la posibilidad de ampliarlo, busco en el índice de las reflexiones publicadas por Arajudo que tengan que ver con el tema y encuentro “el comportamiento de nuestros judokas” que pasé a Jesús Asensio y que colgó en mayo de 2010.

Y como entiendo que habrá muchos que no la habréis leído y tiene que ver con el aprendizaje del ejemplo la pongo a continuación.

 

El comportamiento de nuestros judokas

(Mayo 2010 – arajudo.com)

Cuando recién obtenido el título de monitor, o incluso sin titulación empezamos a impartir clases de Judo, nuestra mayor motivación es transmitir el Judo que sabemos, lo que queremos ante todo es “enseñar” Judo, y entrenar a judokas.

Poco a poco nos damos cuenta de la dificultad que la enseñanza con niños entraña. Y percibimos la importancia de mantener un orden, y conseguir que exista un comportamiento adecuado para poder enseñar y nos ayudamos del Judo para conseguirlo.

Conforme pasa el tiempo, vemos que los movimientos de Judo, bien o mal todos los llegan a aprender. Que el que se propone llegar a cinto negro, con cierto interés y tiempo, con más o menos nivel también lo consigue, que el que se quiere dedicar a competir, compite y tiene mejores o peores resultados dependiendo de sus facultades, de su dedicación, del entorno que conseguimos facilitarle y de lo habilidosos, competentes y prácticos que seamos para motivar y entrenarle.

También nos damos cuenta de que muchos judokas lo dejan después de un tiempo de práctica, algunos sin llegar a cinto negro y otros sin apenas competir o compitiendo lo mínimo, de manera que si solo nos dedicamos a enseñar y a entrenar en esa faceta podemos llegar a sentirnos muchas veces frustrados. 

Tengo una clase de niños pequeños de seis y siete años, alguno de cinco. Los de 5 y 6 son cintos blancos o blanco amarillo y los de 7 si han empezado pronto, amarillos. Su comportamiento el correspondiente a su edad y dependiendo de su familia y educación. Unos, serios y formales, otros movidos y revoltosos, (ahora se llaman hiperactivos) y algunos agresivos, prepotentes y maleducados.

Algunos pensaran que exagero, que me muestro duro, al referirme a estos últimos pero en esta edad la agresividad, la prepotencia y la mala educación aunque se mida de otra manera, a su nivel también existe y de alguna manera si no se ponen los medios podrá dar lugar a jóvenes y adultos agresivos, prepotentes y maleducados. 

Evidentemente no es solo responsabilidad nuestra resolver esto, pero está claro que mediante el Judo podemos incidir para que este comportamiento de alguna manera se reconduzca. 

Son unos veinte entre niños y niñas. Como norma dedicamos de veinte minutos a media hora a ejercicios de calentamiento, siempre con juegos. Diez minutos a las caídas, de manera individual o en grupo… diez minutos, un cuarto de hora a la explicación y práctica de movimientos y el resto al trabajo en desplazamiento y de randori en suelo.

He conseguido que todos lleguen a hacer medianamente bien en pie o soto gari, uki goshi y de ashi barai. Los que van a pasar a amarillo además hiza guruma y los que van a pasar a amarillo-naranja, o goshi. Y en suelo se colocan y distinguen las posiciones de hon gesa gatame, yoko shio gatame y kami shio gatame. Podrá parecer que es poco, pero todos llegan a hacerlos con cierta soltura y a diferenciar perfectamente la idea de segar de o soto gari, de barrer en de ashi barai, de tirar por la cadera en uki goshi, de levantar en o goshi, y de tener clara la diferencia de donde deben tirar en o soto gari y en hiza guruma. 

Y aún teniendo claro que estos conceptos servirán de base para el que vaya a ser cinto negro o vaya a competir, entiendo que más importante que conocer todo esto, es el proceso de aprenderlo y de intentar perfeccionarlo, con lo que implica de atención, trabajo, esfuerzo, cuidado, responsabilidad, relación con sus compañeros, lo que les ayuda a mantener un comportamiento adecuado.

Me gusta cuando un poco antes de terminar, llegan los de la clase siguiente dos, tres, hasta cuatro años mayores, con su cinto naranja, naranja-verde, incluso verde, piden permiso para entrar, han vivido esa clase (“ahora son mayores”), entran y se sientan discretamente y observan como se va desarrollando la sesión. Se sienten “veteranos”, sienten su responsabilidad y ponen especial cuidado en su forma de actuar. 

Y naturalmente aprovecho la situación. Reúno la clase, presento a los recién llegados, comento que ellos han pertenecido a esta clase, y les pido una demostración delante de todos de los movimientos que estamos trabajando. Conscientes y felices de su protagonismo, sacan lo mejor de ellos mismos en la demostración. Con una corrección inusual (que a veces en su grupo olvidan), saludan ceremoniosos y efectúan las técnicas que solicito. A veces saco a un pequeño del grupo, y le pido que repita lo que acaba de ver, y pido a “estos mayores” que opinen y corrijan.

A continuación por parejas todos repasan lo explicado y “los mayores” se pasean entre los pequeños corrigiendo y ayudando cuando lo consideran necesario. 

Terminada la clase, nos disponemos a saludar, los de la clase en su sitio en la fila, y “los mayores” en un espacio a mi lado que reservo especial para ellos. Cuando a algún pequeño hay que llamarle la atención porque molesta al de al lado, tarda en colocarse, no se sienta bien, no lleva el cinto bien anudado, habla en voz alta…le hago ver que a los “mayores” no he tenido que decirles nada desde que se han incorporado, han entrado discretamente y pidiendo permiso, han estado sentados observando hasta que he solicitado su colaboración, que han hecho de manera impecable y después han ayudado a que todos lo hicieran mejor.

Y explico que esa diferencia es debido al color del cinto, que por supuesto indica que saben más técnicas, pero que sobre todo lo que el cinto indica es que llevan más tiempo de Judo y también implica una madurez de Judo mayor y en consecuencia un mejor comportamiento. Que en algunos de los pequeños ya se va notando, y que conforme sigan haciendo Judo poco a poco el comportamiento de todos deberá ir en esa dirección.

Termina esa clase y comienza la siguiente. Los que han participado en el final de la de pequeños, satisfechos, especialmente motivados y “conscientes de su madurez”, que sin querer, contagian a los que van llegando. La clase se desarrolla con normalidad, los contenidos adaptados a la edad, aunque no es raro que nos encontremos con algún “niño que nos complica la clase” y que necesita más tiempo de Judo para madurar.

Llega con anticipación algún adulto cinto negro o marrón, pide pasar, pasa y me encanta que sea así. Ha pasado tantas horas en el tapiz que lo entiende como algo suyo, se encuentra como en casa, conoce los grupos, reconoce la forma de comportarse bajo la influencia del Judo, y sabe el comportamiento que hay que observar en el club. 

No hay que decirle nada, conoce como tiene que comportarse en el tatami, en el vestuario, en el club, cuando sale del club, cuando llega a casa, en casa…, cuando sale con sus amigos, cuando va de fiesta… y si alguna vez fuera del entorno del Judo no lo hace así…, es consciente de su trasgresión.

Si hemos conseguimos transmitir a nuestros alumnos durante el tiempo que han practicado o practican Judo esa forma de conducirse, y saben trasladarla fuera del tapiz, como profesores de Judo podremos sentirnos satisfechos y plenamente gratificados. 

 

01-05-10