José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

“Si un día vengo al club y no esta el maestro, me jiño” oí decir un día a mi alumno Manuel Orgaz, hace muchos años, cuando se cambiaba en el vestuario con sus compañeros. Se había acostumbrado a que, viniera cuando viniera, yo estuviera siempre en el club.

Y es verdad. Nuestros alumnos están acostumbrados a tenernos siempre dispuestos al pie del cañón.

Ellos a veces “se ponen o están malos”, les duele la cabeza o la garganta, a lo mejor han dormido mal, se hicieron daño en el último entrenamiento, o tienen que estudiar o hacer “algo muy importante…”, y ese día, no vienen.

No se dan cuenta de que su falta, para sus compañeros y también para el grupo es importante.

Si faltas tú, el día que el Profesor no está, parece que se desmonta todo, o por lo menos es lo que parece. El Profesor no puede faltar. Está trabajando, de alguna manera cobra por eso, y ellos pagan por ir. Y lo cierto es que nadie es, ni ninguno somos indispensables.

Y es así. “Don Preciso se murió”, es un dicho que oí decir en casa a mi madre muchas veces, refiriéndose a que todos podemos ser sustituidos en nuestras funciones.

Y es cierto. Nadie es, ni somos imprescindibles, en ninguna situación ni en ningún momento de la vida. Podemos resultar más o menos necesarios, importantes, pero imprescindibles…, no.

Recuerdo la época que resultó ser y ha sido, hasta ahora, la más dura de mi vida. Yo sufrí un accidente con el coche volviendo de unos entrenamientos en el Sport-7 de Manresa, el club de mi amigo Maurici Casasayas en enero del año 2000. Estuve “fuera de combate” hasta el mes de septiembre en que, renqueando volví a retomar mi vida.

En aquellos tiempos tanto mi amigo y socio Jesús Sánchez y yo, impartíamos muchas clases. Yo, en el club de Judo Las Fuentes, en un club de karate y en varios colegios.

A amigos y alumnos, que estaban en situación, no hubo que decirles nada. Se pusieron manos a la obra, me sustituyeron en todos los centros y consiguieron que se notara lo mínimo, que yo estaba “aparcado”.

Fuera de esa época, y después de mi tiempo como entrenador nacional júnior, que me hacía sustituir en mis clases por amigos y alumnos de confianza, cuando tenía salidas con el equipo nacional, no recuerdo haber faltado nunca a una de mis clases y nunca por “estar malo”.

Y mi amigo y socio Jesús Sánchez tampoco. Él, cuando salía y ha salido a arbitrar, también se ha hecho sustituir, pero no recuerdo que nunca haya faltado por estar enfermo.

Muchas veces los Profesores de Judo, aguantamos los dolores de cabeza, enfriamientos, malestares, y afrontamos las sesiones, en ocasiones, no en las mejores condiciones físicas, pero medicados, solventamos la situación.

Recuerdo cuando yo comencé a practicar Judo, los Profesores entonces, todos tenían sus profesiones y obligaciones fuera del Judo, y no era raro que alguna vez faltaran, incluso sin avisar, o avisando en el último momento, y los alumnos al encontrarnos solos, teníamos que asumir la situación, y el alumno de mayor grado, la responsabilidad de la sesión.

Hablando con mi alumno Saúl Crespo de este tema la semana pasada, ahora está él ocasionalmente, ayudando y sustituyendo a su hermano David al que han operado del hombro, recordaba él, cuando de pequeño vivió mis sustituciones, cómo mi alumno Juan Luna, en la actualidad 6º dan, tenía que ganarse en esas sesiones a mis alumnos con juegos, calentamientos distintos, para conseguir sacar adelante la sesión tratando de que se notara lo menos posible la falta de su Profesor.

Y lo cierto es que, los Profesores de Judo habitualmente no nos ponemos malos. El Profesor de Judo no se puede poner malo. Y si por cualquier otra razón no vamos a poder ir, tenemos que prever un amigo, y poner en manos de un alumno de confianza, si es conocido por nuestros alumnos, mejor, para salvar el momento.

Y decir que es muy bueno, que asumamos esa responsabilidad y que no queramos nunca ponernos ni estar malos, ni dejar la sesión en manos de nadie. Pero que, si se produce esa situación y la tenemos resuelta, relajarnos y pensar que ninguno somos tan necesarios, y que don Preciso se murió…