José Ángel Guedea Adiego

8º Dan de Judo – Árbitro Nacional – Maestro Entrenador Nacional

Conseguir que los niños se comporten, que se sepan relacionar, mantener un orden, que no se hagan daño, que aprendan destrezas, que trabajen las técnicas… y que haciendo todo esto, se lo pasen bien.

Cuidarlos durante la sesión, devolverlos sanos, tratar de que lo pasen bien y de que se sientan importantes. Tratar de hacerles vivir distintas experiencias.

Mis primeras sesiones recuerdo que las esperaba con impaciencia. Pasaba la semana esperando el día que me tocaba Judo y ese día, motivado, hacía las cosas de otra manera.  

Y no recuerdo pero imagino que me lo pasaba bien. ¿Por qué me lo pasaba bien?

Intento recordar lo que me gustaba a mí.

¿Qué me gustaba? El día de Judo me gustaba todo. 

Me levantaba más motivado, las clases se me pasaban sin darme cuenta, y esperaba la hora para en el tiempo de la clase de gimnasia, ir a hacer Judo. 

Conseguía evadirme de la realidad escolar. Era entrar en el club y oler “el Judo”, me cambiaba la vida. Ponerme el traje, estar con mis amigos, esperar jugando que llegase el Profesor. El cosquilleo en la tripa al ponernos en fila para saludar. Íbamos a empezar. 

Los ejercicios de gimnasia, las caídas siempre todos a la vez, primero de espalda, luego  girando en oblicuo para la caída de costado, la caída de frente en fila por orden de grado, el practicar los movimientos, el que salía y el que costaba más. “Agarrar” a mi amigo o a un compañero y “ensayar las llaves”, pelear “haciendo Judo” para tirarlo, hacer inmovilizaciones, luchar en el suelo.

Recuerdo cuando siendo cinto naranja mi Profesor nos dijo la posibilidad de participar en una competición. Nuestro primer campeonato de Aragón en la categoría esperanza, se llamaba así entonces. Ahora sería sub 18 o juvenil. Durante los recreos en los pasillos y en el patio del colegio recuerdo que ensayábamos o goshi agarrando la correa del pantalón y levantando porque nos parecía más efectivo. 

¿Y ahora qué les gusta del Judo a nuestros alumnos?

Rainer Martens en sus estudios de psicología dice que los deportistas en la práctica de su deporte, buscan divertirse y sentirse importantes.

Y ahora desde otra perspectiva me pregunto el qué les puede gustar a ellos y el porqué.

Y entiendo que el Judo a parte de por todo lo que me gustaba a mi, les puede gustar por sus normas que les puede dar confianza. Entran en un mundo donde todo está reglado. Existen unas rutinas. Hay un respeto. 

Y además, el atractivo del grupo, la ilusión de una nueva identidad, se es judoka… que no tiene nada que ver con todo lo vivido antes, con el universo escolar. Amigos distintos a los del colegio, que viven y piensan de otra manera.

Descubrir un nuevo ambiente deportivo, el judoka acaba de descubrir que existe para algo más y que resulta necesario para que todos sus compañeros puedan practicar algo de lo que se está “enamorando”.

El ambiente, los movimientos, el conocimiento de compañeros que finalmente se hacen amigos,  los ejercicios nuevos, los movimientos que van saliendo, los combates la sensación al final del entrenamiento…, quizá un poco de todo. 

A principio de este curso entre los que empezaron nuevos se encuentra Jorge. Jorge tiene 13 años y desde el principio ya se decantó como un niño especial. El clásico niño

con poca coordinación y nada dotado para el deporte, pero que te das cuenta de que es el que más necesidad tiene de hacer ejercicio, de practicar, de relacionarse y al que más le va beneficiar el hacer Judo.

Al poco tiempo me entero de que en el colegio ha padecido múltiples situaciones de bullying.  

Y aquí se encuentra bien porque nadie se mete con él. Se siente aceptado y reconocido así. Sin trajes. Desnudo y sin tapujos. Solo con su judogi.

Las normas establecidas que todos cumplen le dan seguridad. Sus compañeros le ayudan. Cuando pido un voluntario para ponerse con él y ayudarle, muchos levantan la mano, “amistad y prosperidad mutua”…

Y esto pasa puntualmente con Jorge. Pero nos ha pasado a todos. En el club, dentro del grupo de Judo,  nos expresamos y nos hacemos valer. Llegamos a sentirnos valiosos. 

Nadie nos juzga por nuestro nivel social, nuestros estudios y nuestros conocimientos. Ni incluso por nuestro nivel de Judo, sino por nuestra actitud y nuestra forma de proceder.

Y conforme hacemos amigos y los conocemos, nos abrimos, y nos damos a conocer y cuando vemos la realidad de nuestros compañeros, sus inquietudes, sus problemas y como los solventan, aprendemos a resolver y a hacernos responsables de los nuestros.

Y se va formando un grupo, “el grupo de Judo”, que llegará a tener una repercusión importante en nuestra vida, llegando en muchos casos a forjar unas amistades que pueden durar toda la vida, y hacer que nuestra vida permanezca vinculada al Judo.

Y todo esto empezó, cuando nuestros padres nos dejaron en el club con la recomendación que a lo mejor no dijeron pero que seguro pensaron: ¡Pásalo bien!