José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

En un primer momento, el objetivo de los que queremos dedicar nuestra vida a ser Profesores de Judo, es llegar a realizar un trabajo haciendo algo que nos gusta, en un ambiente que nos satisface y que nos proporciona un dinero.

Y que durante toda nuestra vida esta será la principal prioridad, pues hemos decidido vivir así.

Una condición indispensable que se deriva de esta decisión, será tener un lugar donde impartir nuestras clases, que nos aseguraremos montando un club, o buscando un lugar donde desarrollar nuestra actividad, o contando con uno o varios colegios.

Conseguido esto la siguiente prioridad será llenar nuestras sesiones, tener alumnos.

E iniciado este proceso, nos daremos cuenta de que cuando impartimos clases de Judo nos motivamos con y por nuestros alumnos.

Y como necesitamos demostrarnos que lo que estamos haciendo lo estamos haciendo bien y tiene sentido queremos ver resultados.

Y una forma de ver y de conseguir esos resultados, es meter a nuestros alumnos en el mundo de la competición. Cuando nuestros alumnos entran a competir, vemos las carencias técnicas, físicas, psicológicas que tienen.

Y trabajamos e intentamos poner los medios para solucionarlas. Además, el momento de competir resulta duro, y para mantener y subir el nivel, necesitamos motivar más, y aumentar el entrenamiento de nuestros judokas.

Víctor García Osado, reputado judoka catalán, en una ocasión me decía: Guedea, ¿nuestra misión es formar campeones o formar personas?

Evidentemente mi respuesta fue: formar personas.

Ese formar personas que, comprende intervenir en su formación a través del Judo. Enseñar y que lleguen a tener una buena base de Judo, a hacer bien. Conseguir que realicen cada movimiento de la manera más parecida a su estándar, a su razón de ser, a su significado.

Todo ello en el clima que el Judo favorece de respeto, educación, esfuerzo, trabajo, compañerismo, y amistad.

También implica, participar en entrenamientos y competiciones, obtención de grados, lo que le hará vivir el Judo y logrará que nuestro judoka vaya ayudándose para crecer, con el conjunto de los valores que el Judo entraña.

Anteponiendo sobre todo y cuidando la salud de nuestros alumnos, teniendo en cuenta que entrenar para competir conlleva más riesgos.

Nadie duda de la constancia, sacrificio, superación personal que tiene un atleta que prepara y participa en maratones, pero es evidente que llegando a una determinada edad el cuerpo humano acusa esos esfuerzos y pasa factura.

Pasa lo mismo con el Judo. El deporte de alto nivel, necesita un nivel de exigencia importante y esto a la larga se nota y al final del camino se paga.

Y durante muchos años, la prioridad principal con nuestros alumnos, será buscar resultados en competición.

Pero las prioridades que tenemos los Profesores de Judo van evolucionando con el paso del tiempo, y la parte dedicada a la competición pierde puntos dentro de la escala de preferencias.

Llega un momento en que ya no tenemos necesidad de demostrar, ni de demostrarnos nada. Nos importa menos que nuestros alumnos participen y ganen competiciones. Nos sigue gustando enseñar, nos sigue gustando enseñarles, nos motiva ayudarles a obtener sus grados, nos motiva conocerlos, constatar lo que el Judo ha hecho de ellos y formar parte de su vida, su relación con ellos resulta importante para nosotros, pero no nos apetece tanto entrenarles ni el agobio que nos supone el prepararles para competir.

Esos entrenamientos fuertes y duros, empiezan a superarnos.

Pero si algo caracteriza nuestro trabajo como Profesores de Judo, es la relación con nuestros alumnos, que perdura en muchos casos, durante una parte importante de nuestra vida.

Alumnos que en muchas veces conocimos de muy pequeños, que han crecido con nosotros, que nos han dejado participar de su vida, influir en sus decisiones y podemos constatar como el Judo ha sido importante para ellos, y les ha ayudado a entender y asentarse en la vida.

“Algo por lo que vale la pena ser recordado, es por la influencia que uno ejerce en la vida de los demás”, dice el escritor Alex Rovira.

Y tratamos también siempre de estar cuando nuestros alumnos nos necesitan más allá de lo que es puramente el entrenamiento y la practica del Judo. Nos encuentran, como nos encuentran siempre en las sesiones, cuando nos  necesitan, y buscan y nos piden nuestra opinión, muchas veces antes de tomar una decisión.

Por lo que, cuando hemos podido tener un lugar donde impartir clases, tener alumnos, tener resultados deportivos y salir adelante, lo que más nos gratifica, es ver a nuestros judokas instalados, resueltos y con toda la vida por delante.

Y haber sido partícipes de manera consciente de esa colaboración, ha resultado ser la prioridad más importante.