José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo
La mañana siguiente, a raíz de leer “nuevo curso 2022-23”, mi amigo y alumno Santiago Coello, economista, matutino, de los más antiguos del club, me felicita por cómo le ha gustado el artículo. Cómo de alguna manera se ha sentido identificado y me pregunta que si no había pensado en ir dejando las clases a algún alumno de confianza.
En definitiva, en delegar.
También mi alumno David Crespo, cuando leyó el artículo, siendo un borrador, sobre el “nuevo curso”, que comienza con, ¡qué hago yo aquí!, me comentaba que, una forma de seguir trabajando más tranquilo, era ir delegando en alumnos de toda la vida, para poco a poco ir dejando las clases.
Pero si delego, ¿qué hago yo? A mí lo que me gusta de verdad es estar con mis alumnos e impartir sesiones. Alumnos, que finalmente son mis amigos. Estar con ellos me hace estar vivo. Es lo que llevo haciendo durante toda mi vida.
Ahora me preocupa más que, en los entrenamientos se puedan hacer daño, pero verles hacer Judo, ver como se esfuerzan por hacer bien, verles hacer bien, me encanta.
El Judo ha sido y es, mi vida. Relacionarme con mi gente, tener una obligación diaria, sentirme útil, es mi razón de estar.
El levantarme cada mañana, con mi “obligación de Judo” es mi mi ikigai como dice Francés Miralles
Y si no, ¿qué voy a hacer? No he hecho otra cosa en mi vida.
“La fuerza de voluntad que nos ha enseñado el maestro siempre”, dice mi alumno Saúl Nafría, cuando se refiere a como en sus trabajos, él y su amigo Sergio Gayan tienen que esforzarse más y en ocasiones quedarse más tiempo, para solucionar problemas.
Y no se si es fuerza de voluntad, lo que yo he transmitido siempre. Porque para mi, estar en un ambiente de Judo, no me ha supuesto nunca gran esfuerzo.
Soy yo el que tiene que estar agradecido al Judo, y al entorno que el Judo me ha proporcionado.
La relación con mis alumnos es vital. Me dan la vida. Yo, aunque en casa vivo solo, no me siento solo. Tengo a mi familia pendiente de mí, con quien tengo trato varias veces por semana.
Con mis amigos de siempre, Carlos García y Paco Gracia, hemos establecido a media mañana, los martes y jueves cuando Paco sale de clase de un colegio, una reunión en una terraza cercana, y nos juntamos fijos, a parte de Paco y Carlos, el que se quiere pasar, donde también ahora, desde que vive en Zaragoza, Juan Cotrelle, nuestro Profesor francés, acude puntual para cambiar impresiones.
Los domingos por la mañana suelo quedar con mi amigo y socio Jesús Sánchez. Escuchar a Jesús, siempre al día con el Judo y “sus cotilleos”, es una fuente interesante de información.
Los domingos a la tardada, con mi amigo Raúl Merino, nos ponemos por teléfono al día de cómo nos ha ido la semana.
A raíz de la pandemia, estando el club cerrado, y no nos veíamos, con mis alumnos Saúl Nafría, Sergio Gayan y Jonatan Crespo, instauramos un entrenamiento a las 6 de la mañana para hacer físico.
Con Jorge Monge, David Crespo, y Saúl Crespo concreté con cada uno de ellos unas quedadas semanales, para ponernos al día, y que pasada la pandemia, mantenemos.
Y es que, “nuestro cerebro necesita de ese alimento constante que solo los estímulos sensoriales y los demás seres humanos pueden proporcionar”.
Y los Profesores de Judo, por la relación diaria en las sesiones con nuestros alumnos, tenemos satisfecha esa necesidad que tiene nuestro cerebro.
Otra actividad que se ha hecho realmente importante en mi vida, es la escritura. Escribir, y no lo digo yo, lo dicen los que entienden, ayuda a “ordenar el pensamiento”.
Y a mi me ayuda a entender mejor las cosas. Como llevo muchos años escribiendo, y lo guardo todo, he recopilado mis escritos, por temas, por años y he confeccionado un montón de libretos, que una vez impresos, releo, comparto, aunque guardo también de manera digital.
Empecé escribiendo en Arajudo, la página donde nuestro alumno del club, Jesús Asensio, plasmaba las fotos de todas las actividades a las que acudía. Ya he contado cómo surgió. Con la desaparición de Jesús y de su página, se me brindó, a raíz de un artículo que me había pedido la Federación al estrenar el nuevo formato de su página, la oportunidad de seguir escribiendo en la página de la Española.
Y desde 2014, y se han cumplido ocho años, puntualmente, cada quince días Alfonso Escobar, que es el informático que gestiona la página, y ya son más de 200 en RFEJYDA, sube el artículo que le mando.
Para mi es un punto de motivación, porque me gusta escribir. Ver la reflexión publicada, me anima a seguir haciéndolo, y entiendo que soy un afortunado, por poder comunicar mis inquietudes y vivencias en un campo tan específico y tan profesional que pueden leer, amigos, conocidos y compañeros, con los mismos objetivos, ilusiones y problemas.
Y digo que soy un afortunado, porque sin salir de casa, dentro del ámbito del Judo ahora resulto más conocido. Cinto rojo-blanco somos ya muchos en España. Entre nosotros los mayores, nos conocemos todos. Pero, aunque nos conozcamos, de muchos, durante mucho tiempo, y si no nos movemos por cursos o campeonatos, no sabemos nada.
De mi, quincenalmente, el que quiera y le guste leer, sin querer, a través de RFEJUDO sabe cómo estoy, lo que pienso, qué inquietudes tengo y cómo me muevo.
Seguro que todos con las redes sociales actuales, estáis comunicados por facebook, y tenéis vuestros grupos de whatsapp, para estar en contacto con vuestros amigos. Yo no estoy metido en redes sociales, pero tengo un contacto “presencial” con mis amigos.
Con los que no son tan cercanos, y no tengo esa relación tan próxima, amigos y conocidos, cuando quieren saber “que dice ahora el raro de José Ángel”, entran en la página, me leen, y yo de alguna manera, entro a formar parte en sus vidas.
Volviendo al tema de delegar las clases, lo que ahora me puede, es la responsabilidad.
Si delego sesiones en el club y sigo siendo el responsable del club y de lo que hagan los alumnos en los que delego, me tengo que hacer cargo. Y lo que estoy diciendo que quiero ahora, es ir dejando atrás lo que son responsabilidades.
En estos 45 años que llevamos de vida en el club, afortunadamente no hemos tenido grandes percances. Aunque si algunos. Unos inherentes a la práctica del Judo y otros relativos a la instalación del club.
Durante años, en la década de los 80 y 90, cada fin de semana, puentes y vacaciones, en coches, incluso alquilando furgonetas, llevaba a mis alumnos a entrenarse o a competir a distintos clubes y a otras autonomías. Incluso a Francia y Portugal, sin pensar nunca, que pudiera pasar nada.
El judoka catalán Joan Enrich, en una presentación entrañable que hizo de mí, en el curso de Girona que organizaban los hermanos Jaime y José Luís Salas, donde yo estaba invitado a desarrollar una ponencia, dijo que, “José Ángel formaba parte del paisaje en las competiciones y campeonatos de Judo que se realizaban por España”.
El percance más grave, y que marcó un antes y un después en mi vida y en la del club, fue el accidente que sufrí en enero de 2000, volviendo de Manresa, de pasar una jornada entrenando con un grupo de alumnos en el club de mi amigo Mauricio Casasayas.
Tras mi recuperación he vuelto a viajar, y asistido a competiciones, pero con mucha más moderación.
Y entre las incidencias surgidas en el club, resaltar la tarde que al llegar al club nos encontramos con que nos habían descerrajado la puerta y entrado. Revolvieron todo y fue más el destrozo y el desorden que produjeron, que lo que se pudieron llevar.
En otra ocasión, al abrir la puerta, un ruido de agua me hizo notar que un termo se había reventado y el agua estaba llenando como una piscina la sala donde están los termos.
El agua pasó al garaje de la comunidad y hubo que asumir la responsabilidad y hacer papeles.
Otra vez también reventó la tubería de agua de entrada al local, y el pasillo y la sala de entrada se inundaron. Afortunadamente el tatami se salvó del remojón, porque todos sabemos la problemática que existe cuando se mojan las placas de tatami, lo que tardan en recuperarse.
Ahora en esta fase lo que me motiva es impartir las sesiones, apreciar la progresión de mis alumnos, relacionarme con ellos, verlos madurar, preparar sus exámenes de paso de dan.
El prepararlos para competir me impone más porque entrenar fuerte implica más riesgos, y como ya he dicho antes, me da miedo que se hagan daño.
Y la perspectiva del 50 aniversario me motiva. No tenemos aun claro qué queremos hacer ni cómo. Pero recordando lo que fue el cuarenta, no puede ser menos.
Y después, ya veremos. De momento, día a día
Los cinco años que nos quedan, tratar de seguir viviendo el Judo como hasta ahora lo hemos hecho.
Impartiendo sesiones, disfrutando con nuestros alumnos, colaborando hasta donde podamos en su formación, y asumiendo que ahora puedan ser ellos muchas veces los que tengan que ser los que nos ayuden y animen a seguir, y sin llegar a ser estrictamente necesario, que tengamos que delegar.