José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

Responsabilidad es algo que nos gusta detectar en nuestros alumnos en su forma de actuar. En un primer momento, cuando demostrando seriedad asisten a los entrenamientos y cumplen las normas establecidas. Pero nos gusta ver, en nuestras clases, sobre todo la responsabilidad cuando trabajando con un compañero tienen especial cuidado con él.

Alguna vez ya he escrito sobre este tema, y me sigue gustando oír en los entrenamientos la pregunta que muchas veces uno de nuestros judokas, no siempre es el más considerado, hace cuando su compañero ha caído fuerte o mal controlado, o si se queja de un dolor producido por un movimiento forzado en un momento determinado de la sesión: ¿estás bien?”

Y nos gusta esta responsabilidad que nuestro judoka asume en un primer momento sobre su compañero, pero de manera general en su forma de actuar en el club, y en el entorno del Judo y que de alguna forma va trasladando a su vida.

Nosotros mismos nos sorprendemos, cuando en nuestras sesiones llegamos a conseguir esa sensación de cohesión de grupo, (amistad y prosperidad), y cómo la mayor parte de nuestros alumnos se preocupan por sus compañeros, ya no solo en el tatami y en el momento de entrenar, cuando en muchos casos, no existe más que una relación y un trabajo de Judo.

Porque esa pregunta se produce, cuando se ha hecho daño su compañero, pero también cuando notan que está raro.

¿Estás bien? Oyes decir, y de alguna manera te gratifica. Te das cuenta de que tu clase de Judo ha sido, ha servido y que sirve para algo más que enseñar una serie de movimientos de Judo. Que también, y que alrededor de todo ese trabajo de Judo, se afianzan muchas más cosas: amistad, empatía, generosidad, comprensión, aceptación del error, todo eso en lo que se fundamenta la cohesión.

Cohesión que, nos ayuda a centrarnos en lo que tenemos en común, en lo que nos gusta a unos de otros, en la forma de entender y aplicar el Judo.

Porque nuestro judoka sigue con su vida, y no puede evitar mostrar la influencia que está teniendo en él, el Judo, “sus vivencias en el Judo”, su club, el ambiente que ha conocido, sus compañeros, sus nuevos amigos, su Profesor… El hecho de practicar Judo a nuestro judoka le va haciendo más responsable.

Y nuestro judoka demuestra ser responsable cuando no falta a las sesiones y se acostumbra a ser puntual. Cuando se muestra respetuoso, ordenado, obediente y trabajador. Cuando participa activamente en las sesiones, en los juegos es serio y no engaña, y se muestra responsable, cuando colabora y ayuda a sus compañeros.

Pero cuando sentimos de verdad que hemos cumplido nuestra misión, es cuando vemos cómo aquellos niños que empezaron a practicar Judo de pequeños con nosotros, demostrando su valía personal y profesional, “se instalan en la vida”, ayudados de unos valores de respeto, educación, voluntad, constancia, capacidad de superación, determinación, en definitiva, de responsabilidad, que de alguna manera han encontrado en la práctica de Judo.

Y llega el momento en que nuestros judokas, “nuestros niños” que se han hecho adultos responsables y competentes en su trabajo, establecen su familia e inician un nuevo ciclo, que ahora llena toda su existencia, y comienzan a vivir su fase de madurez.

Y al verlos realizados, sentimos lo que el Judo ha hecho por ellos, y nosotros hemos ayudado a que esto fuera posible, y hasta donde hayamos podido llegar, es entonces cuando a nuestro trabajo le encontramos sentido.