¡Qué bueno soy!
Santi, es un alumno infantil que tengo en el club. Durante todo el curso llega el primero. Su sesión comienza a las 18.30 y suele llegar sobre las 17.50. Viene en autobús y no se si no calcula bien, si se aburre en casa, o si le gusta estar hablando conmigo, esperando a que lleguen sus compañeros, pero siempre llega el primero.
En el club, desde que el que entra abre la puerta, hasta que desde la recepción se ve quien es, pasan unos segundos porque el pasillo hace una ligera curva. Y en cuanto oigo la puerta antes de verle, como intuyo que es él, le nombro. Cuando nos vemos, como lo he adivinado digo: ¡que bueno soy!
Sonríe, acaba de entrar y se sienta. A partir de entonces tratamos de adivinar quien va a ser el siguiente en entrar. Como “llevo más tiempo”, tengo más experiencia y tengo mejor controlada la llegada de los que van a venir suelo acertar yo más veces. Y cada vez que acierto repito: ¡qué bueno soy!
Soy 7º dan, respondió el ya fallecido Presidente de la Federación Vasca José Juan López Recarte, (“Papito” para nuestro equipo), a la pregunta ¿pero tú haces Judo? que le hizo David Ramírez, entonces campeón de España júnior, en una ocasión con motivo de un viaje a la Republica Dominicana, con la mayor ingenuidad y dejando evidente la ignorancia que caracteriza a nuestros jóvenes competidores.
El pasado mes de agosto, estando solo y viendo por Internet combates del campeonato del mundo cadete celebrado en Miami, comenzado cada combate y viendo como se desenvolvían los competidores, previendo lo que podía pasar, después de acertar en varias ocasiones, me salió decir como le digo a Santi: ¡qué bueno soy!
Luego pensé “bueno tampoco tanto, soy 7º dan, si no entiendo de esto…”, y recordé a José Juan contestando a la pregunta de David.
Porque “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
Y no tiene que ver tanto el grado, que es una consecuencia de estar en activo muchos años, como el tiempo que he dedicado a observar combates y a estudiar competidores propios y ajenos, para ayudar en unos casos y para aprender a contrarrestar en otros, conlo que se me ha agudizado la capacidad de observación de judokas y de combates.
Y esto que me pasa a mi, seguro que nos pasa a todos los que llevamos en torno a 40 años bregando en primera línea.
Los que nos hemos dedicado más como entrenadores, seguro que tenemos una habilidad especial para entrever y adivinar lo que puede acontecer a lo largo del combate.
Los que se han decantado por el arbitraje, les pasa lo mismo pero en un sentido arbitral.
Conocen todas las triquiñuelas que pueden emplear algunos competidores, conocen el proceder de los árbitros, y la manera de actuar y las indicaciones con segundas que damos los entrenadores…
Y los que solo se han dedicado a la enseñanza sin apenas haber tenido competidores, ni especialmente arbitrado, apreciaran el nivel técnico de los participantes y advertirán las posibilidades y oportunidades que cada uno pueda tener durante el combate.
Y pensando en esto, me sale decir: ¡qué buenos somos todos!
Y al decir todos, me refiero ahora a este grupo de judokas, profesores, entrenadores y árbitros con un haber de en torno a 40 años de Judo (algunos bastantes más), “de aprendizaje en primera línea en el frente y en la trinchera”.
Porque somos un compendio de todo, ya que en nuestra vida como judokas, hemos sido alumnos, hemos pasado nuestra fase de competición, impartido clases, hemos formado judokas, entrenado a competidores, hemos llevado a cabo alguna tarea federativa y también hemos arbitrado, por lo que concluyo con: ¡qué buenos somos!
Y qué buenos somos, cuando trabajando desde la Federación, en algún momento hemos propuesto, organizado y llevado a efecto una actividad importante para nuestro deporte.
Y qué buenos somos, cuando hemos planteado y somos capaces de plantear el comenzar y sacar adelante la actividad de Judo en un colegio o en un club o asociación.
Y qué buenos somos, cuando hemos realizado durante años (ahora ya apenas se hace así), exhibiciones durante fiestas por las plazas de los pueblos, barrios, transportando tapices, montando escenarios y dando a conocer nuestro deporte.
Y qué buenos somos, cuando nos hemos embarcado e hipotecado muchos años por el sueño de tener un club.
Y qué buenos somos, cuando a principio de curso abordamos con la misma ilusión que el primer día el comienzo de las clases.
Y qué buenos somos, cuando cada día nos ponemos varias veces enfrente de la fila ante un grupo de niños, de adultos y conseguimos que disfruten durante la sesión practicando Judo.
Y qué buenos somos, cuando conseguimos motivar a un grupo de competidores para que se entrenen con mayor ilusión y antepongan el Judo a muchas de sus actividades.
Y qué buenos somos, cuando nos sentamos con ellos para planificar e intentar ordenar sus actividades para sacar mayor partido a sus vidas.
Y qué buenos somos, cuando cada fin de semana, no se nos pone nada por delante y acompañamos a nuestros alumnos a competir, realizar cursos, entrenamientos, a que se examinen o a donde haga falta.
Y qué buenos somos, cuando un fin de semana si y otro también nos llega el aviso desde la Federación de que se nos necesita para arbitrar (no es este mi caso, pero si el de muchos profesores, árbitros en activo que colaboran).
Y qué buenos somos, cuando dedicamos nuestro tiempo, ilusión e invertimos muchas veces hasta dinero en actividades que realizan nuestros alumnos, sin esperar nunca que nos devuelvan ni el tiempo ni el dinero, ni incluso se muestren agradecidos, solo por el
hecho del compromiso que hemos asumido con ellos…
Y qué buenos somos, cuando después de llevar estos 40 años, escuchamos y aceptamos críticas de judokas profesores, competidores o alumnos jóvenes, con apenas unos años de experiencia, que sin haber recorrido este camino, con la fuerza de la juventud, se creen con nivel, derecho y en posesión de la verdad absoluta.
Y qué buenos somos, cuando entendemos y aceptamos que pudiendo hacer mejor las cosas, después de mucho tiempo, intentamos cambiar y hacemos un esfuerzo que muchas veces no se nos reconoce.
Y qué buenos somos, cuando valiéndonos del Judo hemos influido y tratado de formar personas, que a lo largo del camino luego encontramos organizados y centrados en su vida.
Resumiendo que el ¡qué bueno soy!, trivial del principio por adivinar quien entra primero en el club, se transforma en ¡qué buenos somos!, por todo lo que he expuesto antes.
Y en este “todos”, nos incluimos toda esta camada de profesores y entrenadores veteranos, que hemos pasado por todas las fases e incluimos también a todos los que nos han precedido y que han dejado un reguero similar a la huella que deja el caracol por donde pasa, para que hayamos podido seguir su trazado.
Y lo que es importante de verdad es que seamos capaces de seguir marcando, para que los que vengan detrás continúen tratando de ser por lo menos así de buenos, que es la manera natural de que el Judo fructifique, evolucione y siga adelante.
Hasta aquí el artículo.
Ahora Santi pasa a ser Jaime, y la historia se repite.