Afortunadamente el trabajo de un Profesor de Judo es con personas y en el trato con la gente nunca es igual.
Recuerdo la película de Charles Chaplin “Tiempos modernos”, el protagonista, Chaplin, en una cadena de montaje, agarrado a dos llaves, salía tocado del trabajo. Y entiendo que el que trabaja de esa forma seguro que tiene más posibilidad de cansarse “de ver siempre lo mismo”.
Nosotros instauramos y aplicamos unas rutinas que nos ayudan a desarrollar y desenvolvernos en las clases, y aun aplicando nuestras rutinas cada día es distinto.
Lo cierto es que cada día, aunque lo intuimos, no sabemos con lo que nos vamos a encontrar en nuestras clases. Nuestros alumnos no vienen siempre del mismo humor. Han tenido su día, sus problemas y ante nuestras observaciones reaccionan de manera diferente.
Personalmente reconozco que afronto las clases de pequeños, con más intranquilidad (mayor estrés), que las de mayores. A los pequeños normalmente los conozco muy poco, no llego a saber si muchos de ellos vienen voluntariamente o condicionados por sus padres, no se lo que quieren muchas veces, aunque casi siempre luego resulta todo muy sencillo.
Con los mayores es distinto. Los conoces más, sabes porqué vienen, que pretenden…
Con los peques no está tan claro.
Por otra parte constatar la progresión de nuestros alumnos es gratificante. Advertir cómo el Judo va incidiendo en ellos es emocionante. La práctica de Judo exige respeto y fomenta la cohesión del grupo, la cohesión entre ellos.
En nuestras clases no es extraño oír a un judoka cuando acaba de proyectar a un compañero decir: ¿estás bien?
El psicólogo deportivo Fernando Gimeno con el que trabajamos en la década de los 90, se extrañaba de las disculpas repetidas que a veces se producían entre ellos, cuando se proyectaban a veces quizá sin mucho control.
Porque en el momento del randori durante la sesión son rivales entre ellos, pero no pueden olvidar que son compañeros, amigos en muchos casos, y hacer fuerte, como ya vimos en su día, “es bueno para todos…”
¡Qué ganas tenía!, ¡Necesitaba esto!, dicen a veces nuestros alumnos cuando han faltado unos días, finalizado el entrenamiento, pletóricos, con una carga de endorfinas importante. Mi alumno Saúl Nafría expresa que “la sensación que produce un entrenamiento de Judo no es comparable con nada”.
Bien ¿no?, digo yo en ocasiones a algunos de mis alumnos después del entrenamiento, para confirmar y reafirmar que se han entrenado bien cuando ellos no expresan nada, y de alguna manera yo si que necesito oírlo.
Porque los Profesores de Judo necesitamos oír que el esfuerzo que hemos realizado, que la preocupación que hemos tenido porque la sesión saliera adelante se ha cumplido. Y la mejor manera de saberlo es oyéndolo por boca de nuestros alumnos.
El mejor regalo que nos pueden hacer unos padres de un niño que ya hace Judo al llegar con su “peque” al club, es que te digan: “Está como loco por venir a Judo, lleva toda la semana preguntando cuando le toca venir”.
Nos gusta que nos lo digan y su niño en ese momento “sube un punto” en nuestra valoración y lo comenzamos a mirar de otra manera.
En el pasado sector senior, el entrenador cubano Ronaldo Veitia afincado ahora en Fuenterrabía, se dirigió a mi comentando lo que disfrutaba leyendo mis escritos y que se sentía identificado muchas veces con ellos.
Y lo agradecí enormemente porque cuando ponemos interés, cariño, dedicación en una actividad cualquiera, nos gusta que se nos reconozca y que además nos lo digan.
Y en esta ocasión fue a raíz de los artículos, pero puede ser la causa una sesión de Judo, una buena explicación, una preparación de examen, el reconocimiento de la dedicación a nuestra gente, a nuestros alumnos, a nuestro trabajo…
Porque por fortuna, para los Profesores de Judo aunque hagamos siempre lo mismo, cada día es distinto.