Y esto muchas veces lo hago también en el momento de hacer randori y todos  hacen con todos. En ocasiones dependiendo del trabajo a realizar, también organizo el randori por grupos y por niveles trabajando de manera más específica.

Pero no siempre ha sido así.

Recuerdo cuando yo comencé a practicar Judo que llegaba el momento de emparejarnos y nos poníamos siempre con el mismo amigo, que si no venía te “hacía el avión”, y si te tocaba uno incómodo te estropeaba la sesión de entrenamiento.

Había algunos compañeros de clase con los que nos poníamos siempre. Otros con los que no hacíamos nunca y otros que siempre estaban solos.

Pienso que en mis primeros años como profesor, yo no me preocupaba tampoco mucho de esto y cada uno en las sesiones trabajaba con el compañero que quería. Si que me preocupaba si alguno se quedaba solo, de que fuera cambiando con otros compañeros y si que incidía en hacer cambios en el momento del randori.

Pero fue a raíz de mi accidente de tráfico y durante mi recuperación, cuando observando entrenamientos, me dí cuenta de la importancia de cambiar de compañero.

En enero de 2000 volviendo de un día de entrenamiento en Manresa tuve un grave accidente con el coche. De estar bien a estar mal, es un instante y llegar a recuperar y estar otra vez igual…, igual, igual no estás nunca.

Varios días en coma, veinte días en la UCI, después un mes hospitalizado y tres meses sin poder andar fueron las primeras consecuencias.

Mi socio, mis amigos y alumnos se hicieron cargo de las clases que daba entonces y que por aquel tiempo no eran pocas.

Cuando aun sin poder andar ya “me dejaban salir de casa”, me venían a buscar y me llevaban con ellos al club a presenciar los entrenamientos.

Viendo una sesión que dirigía mi alumno Juan Diego Pérez en el club, me di cuenta de la dinámica que mantenía para que nadie se le quedara solo, al cambiar de forma ordenada después de cada serie de uchi komi y de la importancia de realizar el cambio.

Juan Diego Pérez Jiménez, comenzó a practicar Judo en el colegio Las Fuentes con cinco años. Amigo y compañero inseparable de Sergio Domenech, de pequeños eran totalmente opuestos. Sergio era alto y fuerte para su edad y Juan Diego más pequeño y no tan desarrollado. Los dos con una gran determinación, y Juan Diego con una dosis muy grande de amor propio.

Juan Diego siendo juvenil se clasificó y participó en los Juegos Europeos Juveniles representando a España con el equipo nacional cuando era responsable de la categoría el maestro Marcobal.

Juan Diego estudió ingeniería informática y ahora es profesor y jefe de estudios en un instituto de Sevilla.

Fue en junio de 2001 cuando Emilio Lezana, entonces presidente de la Asociación Madrileña de Profesores de Judo organizó unos seminarios de Judo en Madrid, donde el catalán Mauricio Casasayas impartió uno que trataba sobre “la función de uke para el aprendizaje de las técnicas por parte de tori durante el trabajo de Judo”.

Mauricio Casasayas, actual 7º dan profesor de Judo en Manresa, en ese momento ejercía como entrenador nacional del equipo cadete masculino.

Yo asistí como espectador y reconozco que sin tener asumida la importancia del tema, un tanto escéptico ante las explicaciones de mi amigo Mauricio. Pasado el tiempo he visto el interés y la importancia de las indicaciones que Mauricio exponía.

Los profesores cuando explicamos, para demostrar siempre buscamos a un alumno que nos haga de uke que nos transmita buenas sensaciones.

No hay cosa más incómoda que hacer uchi komi, aprender, practicar o demostrar movimientos de Judo con un uke que nos resulte incómodo.

Ser buen uke no es solo saber caer bien, que también. Ser buen uke es transmitir buenas sensaciones de Judo a tu compañero en el momento de iniciar la práctica.

Y para esto el judoka cuando ejerce de uke tiene que realizar un trabajo, tiene que “estar despierto”, estar activo. No es hacer de paquete y “haz lo que quieras”. El que ejerce de uke tiene que colaborar, tiene que reaccionar, tiene que anticiparse a las necesidades de tori, adaptarse a cada movimiento de tori,  para que tori  pueda hacer su trabajo. En definitiva que además de caer bien, tiene que resultar cómodo.

Durante los entrenamientos cuando veo a alguno de mis alumnos que trabaja despistado o porque no sabe no se conduce así, doy indicaciones constantes: “mantened el cuerpo recto, el abdomen firme, no giréis los hombros, no os echéis encima, tratar de reaccionar, estad estables, no estéis rígidos, colaborad con vuestro compañero…”

E indico que hay que intentar resultar cómodos. Que hay que trabajar por adaptarse a las necesidades de tori. Que es importante esforzarse por hacer bien de uke. Que hay que conseguir que se nos disputen por el hecho de hacer bien.

Y cuanto mayor es el peso y cuanto mayor es la  descoordinación del judoka, más tiene que preocuparse y esforzarse por llegar a ser un buen uke para trabajar con todos.

Y esto lo conseguimos, estando atentos en el momento de practicar, poniendo interés, preocupándonos, esforzándonos, repitiendo y sintiendo…, las sensaciones de Judo las interiorizamos a base de repetir, repetir y repetir, tratando de llegar a recrearnos y de hacer disfrutar a nuestro compañero con la práctica de Judo, en definitiva consiguiendo… resultar cómodo.