Pasamos de ser sobrinos, nietos e hijos, a ser tíos, padres, y a ser abuelos…

Y cada curso escolar tiene su principio, su Navidad, su Semana Santa, su final de curso, sus vacaciones… y su principio, su… y vuelta a empezar. 

Y cada temporada en Judo tiene su comienzo con nuevas incorporaciones de cintos blancos, (y que no falten),  y la tranquilidad que nos produce recibir a los antiguos…

Y cada año al empezar con los nuevos tenemos que impartir y demostrar las mismas instrucciones: saludo, (formas en el tatami),  comportamiento, caídas, como agarrar al compañero, primer movimiento…

Y en la sesión diaria: calentamiento, caídas, explicación, repeticiones, randori…

Y el año que empieza sigue teniendo sus doce meses: enero, febrero, marzo…

Y la semana sus siete días: lunes, martes, miércoles…

Y todo son ciclos. Cada día: levantarse, comenzar la jornada de mañana, comer a mediodía, jornada de tarde, volver a casa, cenar acostarse, dormir, levantarse… y otra vez a empezar.

Nos parece que improvisamos pero todo es cíclico. Y nos parece que hacemos lo mismo y siempre igual, pero afortunadamente siempre y cada día es único y aunque no nos lo parezca, distinto.

La mayor parte de los profesores de Judo comenzamos a impartir clase cuando aun no tenemos 20 años, pasa el tiempo y “sin darnos cuenta” pasamos a ser de los mayores.

Integrados en esos ciclos vemos pasar la vida y es evidente que nos ponemos delante. Y quizá es el momento de analizar este pensamiento de MacArthur:

“Nadie envejece por vivir años, sino por abandonar sus ideales. Eres tan joven como lo sea tu fe, tu confianza en ti mismo, tu esperanza. Eres tan viejo como tu temor, tus dudas, tu desesperanza.” 

Y aunque no hayamos abandonado nuestros ideales y no nos sintamos especialmente  viejos si que comienzan a aflorar temores, dudas sin que por ello estemos desesperanzados.

Lo que si puedo decir que me pasa ahora, es que afronto muchas veces las clases con mayor preocupación. Quizá me siento más responsable y mi preocupación antes de las sesiones por como voy a resolver, sobre todo en las clases con los más pequeños, se hace habitual y quizá mayor.

Luego cuando termino y realizo una evaluación mental o por escrito de cada sesión, la mayor parte de las veces es una evaluación que me parece positiva. Resumiendo que pienso que lo he salido airoso de la situación.

Y entiendo que no es malo tener esa tensión o esa preocupación por conseguir que nuestros alumnos salgan satisfechos de cada entrenamiento, porque pienso que es nuestra función y que es lo que tenemos que tratar de conseguir cada día.

Hay un dicho que dice que “la ignorancia es muy atrevida” y seguro que cuando éramos jóvenes, con mucho menos bagaje a nuestras espaldas, llenos de ignorancia y con menos sentido de responsabilidad, no nos preocupábamos tanto, quizá no nos salía tan bien pero no nos dábamos cuenta ni sufríamos tanto. Y tampoco sentíamos la responsabilidad que tenemos ahora.

También mis escritos son cíclicos. Incluso yo, ahora escribiendo artículos para la página de la RFEJYDA, busco ideas que pueden estar relacionadas con el comienzo de curso, capítulos indicados para el tiempo de competiciones, exhibiciones, fin de curso, vacaciones…, comienzo de curso…

Y cada poco tiempo o con la llegada de fin de Año cuando soy consciente de que ha pasado un año más y asumo el paso del tiempo, me pongo melancólico y salen escritos de este tipo.

Y leyendo a Mario Benedetti he encontrado un poema donde retrata la idea del tema del paso del tiempo y de que todo es cíclico:

“Fueron jóvenes los viejos

pero la vida se ha ido

desgranando en el espejo

y serán viejos los jóvenes

pero no lo divulguemos

que hasta las paredes oyen.”

Todo son ciclos.