Me gustaba ir en moto y hacer viajes solo o con mis amigos, pero no me identificaba en absoluto con la mentalidad motera e iba incómodo cuando nos juntábamos con otros grupos que no conocíamos en la carretera y por coincidir en el trayecto hacíamos kilómetros juntos. 

Cuando iba a concentraciones de motos, no participaba en las actividades que allí celebraban los que asistían. Para ir a una concentración de motos, el requisito imprescindible era tener moto. Y si la economía te lo permitía, podías tener la moto que quisieras.

Y como también practicaba Judo, era judoka y asistía a cursos y concentraciones.

En los cursos de Judo encontraba mucha gente, cada uno de “su padre y de su madre”, y de su profesor, pero de alguna manera todos cortados por un patrón similar. Para asistir a un curso de Judo el requisito era practicar Judo y tener un mínimo nivel. 

El hecho de practicar Judo, hacía que todos los que nos encontrábamos allí, tuviéramos en común muchas más cosas y fuéramos más parecidos, que en lo que nos asemejaba con los que asistíamos a las concentraciones de motos por el hecho de tener moto. 

Para ser motero había que tener moto, para ser judoka había que haber dedicado un tiempo importante a practicar Judo. 

A lo largo de nuestra vida como Profesores de Judo pasan por nuestras manos infinidad de niños y muchos adultos. Los Profesores tenemos en los clubes siempre niños hasta que son infantiles y cadetes. Luego muchos se pierden, y hay muchos clubes que aun llevando tiempo impartiendo clases, apenas llegan a tener algunos adultos.

Los profesores de Judo tratamos siempre de terminar el curso por lo menos con el número de niños que comenzamos. Si acabamos el curso con más niños en los grupos, nos parece y es un éxito. Y a corto plazo es así.

Pero deberíamos hacer un estudio de cuantos son los que siguen y se hacen mayores practicando Judo con nosotros.

El Judo es un deporte de contacto que enseña y transmite muchos valores a los que lo practican. Entre otros: respeto, disciplina, educación, autoestima, tolerancia, compañerismo, motivación, solidaridad, trabajo en equipo…

¿Cuanto tiempo de práctica hace falta para que estos valores que el Judo tiene, lleguen a impregnar y se comiencen a manifestar en el practicante de Judo?

¿A partir de qué momento podemos decir que alguien que practica Judo se puede considerar judoka? ¿Cuando hace su primera competición? ¿Cuando pasa a cinto amarillo…, a negro?

Y ¿quién tiene que considerarlo judoka? ¿Su familia, sus amigos, sus compañeros de club, su profesor…, él mismo…?

Los valores que el Judo transmite se desarrollan sobre los dos principios fundamentales formulados por Jigoro Kano: Seiryoku Zenyo (máxima eficacia en el uso de la fuerza física y espiritual) y Jita Kyoei (amistad y prosperidad mutuas).

Y cuando el practicante comienza a entender esto, lo empieza a aplicar en un primer momento en el tatami y cuando consigue integrarlo en su vida comienza a ser judoka.

Y para conseguir que los principios de máxima eficacia y amistad y prosperidad mutua fructifiquen también fuera del tapiz, hace falta querer, hace falta una actitud adecuada.

La actitud es la forma de actuar de una persona. Es el comportamiento que emplea un individuo en su actividad diaria. 

Y el modelo de actuación que encuentra el practicante de Judo en el momento de manifestar su actitud, muchas veces es en el Profesor de Judo.

El niño ha encontrado en el Profesor de Judo, la persona que fuera de su familia se preocupa por él dentro del deporte que le gusta, y le hace sentirse importante. Y se fijará en como se conduce en todo momento. De allí la responsabilidad que adquirimos los Profesores de Judo con nuestros alumnos.

Los Profesores de Judo mantenemos en ocasiones con nuestros alumnos una relación de por vida. Otras veces el tiempo que están con nosotros es más corto e incluso a veces son relaciones que por lo cortas, podíamos definir como fugaces. 

Y aunque nuestros alumnos no vienen a hacer Judo por nosotros, sino por el interés que el Judo despierta en ellos, somos culpables muchas veces con nuestra actitud de que se mantengan o no. Evidentemente depende de nosotros y de nuestra forma de actuar.

Pero aunque el tiempo de práctica sea corto, ese tiempo de vida en común influye en nuestros alumnos y es importante que consigamos que el Judo deje su huella. Para que cuando dejen de practicar se sigan considerando y mantengan en su vida una actitud como judokas.

Porque para nosotros y para ellos ser judoka implica una actitud.