“El niño asiste a Judo en el club o en la sala del colegio. No está en casa con sus padres. Se ve obligado a respetar su lugar de entrenamiento. Las sesiones son colectivas. Tiene compañeros. En el vestuario aprende a desenvolverse en su espacio y respetar el sitio y las pertenencias de los demás. Tiene que aprender a convivir y a considerar el grupo.
Intenta ir limpio y aseado porque entiende lo molesto que puede resultar ponerse con un compañero cuando no es así. Tiene que llegar puntual para empezar todos a la vez. En el calentamiento, y en los juegos tiene que mostrar respeto a las normas.
Porque el Judo enseña el respeto. Lo primero que observa es que hay un protocolo a la hora de empezar. Hay que mostrar una actitud y hacer una inclinación de respeto (saludar), al entrar al tatami. Luego se realiza un saludo colectivo y cada vez un saludo con el compañero con el que va a trabajar, para terminar con un saludo en grupo todos otra vez.
En unos días ha captado que existe un respeto: hacia la sala, hacia el Judo y hacia su
Profesor, con sus compañeros y con él mismo.
Que existe un respeto a los tiempos y espacios de sus compañeros: que tiene que estar atento y saber escuchar, que tiene que esperar su turno para hablar y no tiene que hablar sin permiso, y que tiene que guardar la fila.
Y entiende que para que exista el respeto, tiene que aprender a respetar, que para que exista el respeto tiene que intentar comprender al otro y valorar los intereses y las necesidades de los demás.”
Hasta aquí lo que decía en el artículo.
Mi madre era profesora de lengua y literatura y ejerció durante toda su vida en un colegio de Zaragoza. Los últimos años antes de jubilarse también ejerció como tutora de varios cursos.
La oía hablar de sus alumnas y comentaba en ocasiones de chicas brillantes y de otras que no eran tan brillantes pero que con constancia suplían y en muchos casos superaban los resultados de sus compañeras.
Recuerdo cuando hablaba a veces con las madres, comparaba la alumna brillante con el novillo despierto que atiende a todos los estímulos, pero que a veces de tan rápido es disperso, y a su alumna tesonera la comparaba con el buey, que clavando sus pezuñas, avanza poco a poco pero seguro hacia su objetivo.
Y muchas veces comentaba como alumnas suyas que en el colegio no demostraban ser muy brillantes a base de tesón habían sacado una carrera u obtenido un trabajo y estaban bien colocadas en un puesto que se habían ganado en la sociedad.
En Judo nos pasa parecido.
En nuestros grupos tenemos al dotado físicamente y al normal que en un primer momento nos parece más torpe.
Y muchas veces resulta que el dotado, “como es bueno”, tiene más opciones, es más disperso, hace múltiples actividades sin centrarse en ninguna y a la larga en Judo el que inicialmente nos parece más torpe al principio, a base de constancia llega antes a cinto negro y a hacerse un hueco como judoka.
Quizá no llegue a ser campeón porque entre los competidores, brillantes o no, el campeón tiene que tener un talento especial y no todos los judokas pueden ser campeones.
Pero lo que si pueden hacer todos los judokas, es incluir el Judo en sus vidas, pueden servirse de él y aprovecharse de todos los valores y enseñanzas que de él se derivan para aplicarlas en el día a día.
Y todos los que han decidido que el Judo sea su deporte y su forma de vida, son y se consideran judokas porque han demostrado un nivel de constancia importante.
En el mundo del Judo conocemos a muchos profesores y clubes de toda la vida que han formado alumnos y sacan judokas adelante.
También hemos asistido y hemos conocido a judokas, que cuando profesores han abierto y cerrado clubes, tenido y dejado alumnos en la estacada peleando por salir adelante
El maestro francés Henri Birnbaum que se afincó y vivió en Barcelona decía en los cursos para profesores, que un profesor tenía que ser pesado, tenaz y constante en cuanto a las indicaciones que tenía que dar a sus alumnos.
Y admitiendo que la principal virtud del judoka sea el respeto, podemos pensar que la principal cualidad que debe reunir el judoka es la constancia.
Porque el judoka necesita constancia para no faltar a los entrenamientos, para realizar la preparación física, para practicar y conseguir que salgan las técnicas, para soportar la dureza de los entrenamientos y superar las lesiones, para preparar las sesiones, para asumir la influencia del Judo en sus vidas, en definitiva para ¡Vivir el Judo!
Y para llegar a ser constante, tratados de psicología explican que hay que establecer hábitos, para ello instaurar rutinas y para mantener despierta la motivación, hay que plantearse expectativas realistas en un plazo de tiempo concreto.
Que trataremos de cumplir una vez asumida la importancia de la constancia.