José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

“Nunca pensé que iba a ser cinto negro”. Dijo Luís Felipe Serrate, alcalde de Huesca cuando tomó la palabra en la gala celebrada el pasado 15 de enero en el hotel Abba de la capital oscense.

En la Gala se recordaron los resultados obtenidos por los judokas aragoneses durante la temporada. Se hicieron nominaciones y se entregaron trofeos y recompensas a distintos judokas, entrenadores y competidores de Aragón.

Y a algunos políticos asistentes, como fue el alcalde de Huesca, el alcalde de Jaca, y el Director General de Deporte de Aragón, se les adjudicó el primer dan de Judo, con su correspondiente diploma oficial y un cinto negro.

Esta situación ya se había producido con anterioridad en Galas Nacionales. Entiendo que las federaciones tienen que estar a bien y en muchos casos agradecer, el trabajo y proceder de ciertos políticos. A nuestros dirigentes se les ocurre que la forma de hacerlo y de alguna manera “fidelizarles con el Judo”, es hacerles cintos negros.

No piensan, o no se dan cuenta de que lo que están haciendo es devaluar lo que supone ser cinto negro.

El cinto negro que “se regala”, ¿qué valor tiene para el que lo recibe? A poco conocimiento que tenga, ninguno. Y si no, quizá un recuerdo más y un diploma que guardar, y como una anécdota para contar entre sus conocidos, y quizá enmarcar y colgar en la pared.

Se devalúa también nuestro grado ante los políticos. El grado de todos los que en ese momento estamos presentes en la Gala. Los políticos analizando su experiencia, pueden pensar: “si a mi me ha llegado así…”

Y se devalúa también el trabajo que realizamos cada día con todos nuestros alumnos, que se entrenan, y con los que dedicamos ganas, esfuerzo, tiempo, e ilusión en la preparación de sus danes.

Haciendo de menos nuestro trabajo, el de los Profesores.

Y esto me lleva a recordar cómo fue que obtuve mis grados. Tenía 15 años cuando empecé a hacer Judo.

Los kyus, hasta cinto verde con mi primer profesor Jesús Vicente en el club Northland, respetando escrupulosamente los tiempos mínimos de permanencia de entonces. Tres meses para amarillo, seis más para naranja y nueve más para verde.

De verde estuve dos años, mucho tiempo en verdad. Coincidió con que Jesús Vicente, se fue del Northland para montar “su Shotokan”, y me quede definitivamente con Ángel Claveras como profesor, que empezaba a hacer migas con el francés Juan Cotrelle, que de alguna forma “nos complicaba la vida”, (bendita complicación), y nos hacía entender el Judo y practicarlo de otra manera.

El caso es que a cinto azul pasé en Villanúa (Huesca), en un curso que, en verano de 1972, organizaron Ángel y Juan, junto con dos profesores franceses, Michel Lambert y José Supervía, que vinieron con sus alumnos. En ese mismo curso un año más tarde pasé a cinto marrón.

Y fue el 6 de octubre de 1974, junto con mis amigos Manuel Hernández y Jesús García Palacín, después de una sequía importante de cintos negros en Aragón, tras obtener los puntos de competición para pasar a primer dan, pasamos el examen técnico de cinto negro en Barcelona.

No era fácil sacar los puntos entonces, porque había muy pocas convocatorias en España y además en una liga de seis, si perdías un combate te restaban puntos.

En el examen técnico, quiero comentar que, tuvimos la felicitación expresa para nuestro Profesor, del entonces Director Técnico Nacional el francés Roland Burger.

Para segundo, tercero y cuarto dan viajábamos por España. Madrid. Barcelona, Valencia, Pamplona…, para cumplir con el requisito de competiciones para sacar los puntos. Una vez obtenidos, hasta 4º dan yo siempre me examiné en Barcelona.

Para 5º dan, no recuerdo que tuviera que competir. Si que recuerdo que tuve que aprender y preparar el ju no kata. Lo preparé con mi alumno Esteban Escudero, que resultaba buen uke, y durante un curso en el Temple sur Lot con el maestro Le Berre, empezamos a practicarlo. Finalmente me examiné en Madrid.

Y en medio de toda la vorágine de clases, entrenamientos y viajes, la ilusión y ambición de seguir obteniendo danes seguía candente.

Para 6º dan entonces solo había una convocatoria al año y era en diciembre. Había que respetar un tiempo de permanencia, y en el momento de celebrarse el examen, me faltarían cuatro o cinco meses. Por entonces yo era entrenador no se si de la categoría juvenil o júnior en la Federación Española. Hablé con el entonces Presidente, Alejandro Blanco, le comuniqué mi intención de presentarme a 6º dan y le pregunté si habría posibilidad de que se me redujera el tiempo para presentarme a examen.

“No te presentes José Ángel” me dijo. “Se está preparando la Gala de este año y se están pensando en los posibles candidatos en pasar de grado y tú eres uno de ellos. Así que no te presentes”.

Y en la Gala de 1999, se me promocionó a 6º dan. En 2008 a 7º, y en 2019, me llamó José Ángel Hierro, presidente de mi Autonomía para decirme que, para la siguiente Gala, había sido nominado para 8º.

Y entiendo que como en mi caso, todos los que ostentamos un alto grado, habrá podido ser parecido.

Hasta 5º o 6º dan, todos intentamos examinarnos, y a partir de allí, a los que seguimos “al pie del cañón” se nos valora el mérito de aguantar y se nos promociona.

Pero nos dedicamos a esto. Llevamos haciendo Judo desde jóvenes, nos ponemos el judogi a diario, nos gusta y nos hace ilusión, que se reconozca nuestra dedicación.

Lo que no tengo claro es que a alguien que solo sabe del Judo por los papeles que le llegan a su despacho, calendarios, resultados, presupuestos, que a él le parecen bien y aprueba, se le ofrezca, sin haber pisado nunca un tatami, el pasar a cinturón negro de Judo.

Habría que buscar otra fórmula. A mi se me ocurre, regalarle un judogi con su cinto blanco por supuesto, para que se inicie, y si se quiere también, en el “pak”, un cinto negro, para cuando pase, en el mínimo de cuatro años que es lo que está estipulado.
Pero nunca el título de cinto negro, sin haber practicado Judo.

Quizá darle facilidades para que pueda iniciarse, ponerle en contacto con un club de su localidad, cerca de su domicilio, incluso dejarle abonadas las mensualidades que se considere, para que pueda practicar y ganarse ese cinto negro, que entonces si que podrá hablar del Judo con propiedad, y lucirlo con orgullo.

Incluso aunque al final no se le haga pasar un examen, pero sí, un mínimo de práctica, un mínimo de conocimiento de Judo, un mínimo de trabajo en el tatami, un mínimo de relación con sus compañeros de Judo, un mínimo de esfuerzo, de sentir los valores, de vivir el Judo…, porque si no, ¿qué sentido tiene?