José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

“Un niño pequeño es un milagro”, es una frase que oí muchas veces decir a mi madre cuando veía como sus nietos en un primer momento siendo bebés, comenzaban a reconocer voces, caras, olores, y trataban de comunicarse y expresar emociones, primero con sonrisas, gestos y llantos.

Más tarde, parloteando, hablando y razonando, a su manera y en su mundo. Y poco a poco, emitiendo juicios, opinando y discutiendo sobre situaciones y momentos, con los que nos sorprendían a todos.

Los Profesores de Judo de cierta edad, con muchos años “en el tajo”, hemos vivido “ciclos completos” con nuestros alumnos.

Cuando digo ciclos completos de alumnos, me refiero a alumnos que empezaron a practicar Judo con nosotros, con tres, cuatro, cinco y seis años.

Hoy rondan los cuarenta, y recordamos que, entonces tímidos, apenas sabían expresarse y les costaba relacionarse, unos eran a veces muy delgados y otros “gorditos”, en ocasiones descoordinados, incapaces de moverse con soltura e incluso de golpear en el tapiz en el momento oportuno, al realizar la caída de espalda.

Vivimos sus primeras carreras y juegos en el tatami. Sus primeros contactos y primeras reacciones, ante distintas situaciones que se producían con sus compañeros durante la sesión.

Asistimos y procuramos que obtuvieran sus cintos de color y presenciado sus primeros combates. Participado y colaborado en su vida como competidor que, dependiendo de situaciones y resultados, habrá podido ser más o menos extensa.

Les hemos ayudado a preparar sus pasos de grado. Por su dedicación y relación con el entrenamiento, en muchos casos nos hemos visto implicados en su vida cuando estudiantes o en el momento de encarar su vida laboral, y aconsejado y colaborado en que hayan podido salir adelante.

De muchos de ellos, hemos vivido toda su evolución física, mental, social. Y hoy nos encontramos con algunos que son altos grados, (terceros, cuartos, quintos y sextos danes), con una familia detrás, una vida consolidada, reconocidos en el mundo laboral, y con un trabajo estable.

Muchas veces, los Profesores de Judo, aunque somos conscientes y trabajamos en ello y por ello, tenemos que tener pensadas y establecidas unas respuestas para cuando nos preguntan unos padres en un primer momento: ¿Cómo beneficia realmente el Judo a nuestros niños?

Porque el Judo es diversión, aprendizaje y entretenimiento, aportando una infinidad de beneficios a todos los niveles, físicos, mentales y sociales, además de activar y mantener en forma el cerebro.

Si pudiéramos mirar en el interior de la cabeza de nuestros niños, veríamos la cantidad de actividad que se genera en su cerebro cada vez que hacen Judo.

Y el culpable de esto, o más bien la culpable de esta actividad que se genera, es la química. La práctica del Judo genera una serie de hormonas que trabajan en el cerebro de los niños.

Cada vez que nuestros niños practican Judo, las sustancias que se activan en su cerebro son:

La Serotonina: Gracias a ella se reduce el estrés. También es la encargada de equilibrar y regular el estado de ánimo.

La Acetilcolina: Es la sustancia que favorece la concentración, la memoria y por supuesto el aprendizaje.

Las Endorfinas y Encefalinas: Encargadas de reducir la tensión neuronal. Es decir, la
Que transmite al niño calma y felicidad. Es el mejor momento de creatividad del niño.

La Dopamina: Motiva la actividad física, la que consigue que los músculos reaccionen ante el juego. También participa en la estimulación de la imaginación, la creación de imágenes y seres fantásticos.

Y toda esta actividad química en el cerebro de nuestros judokas, tiene como consecuencia, que les ayuda a mantenerse en forma, a conocer unas normas y respetarlas, a generar estrategias y resolver conflictos.

De manera que podemos decir que el Judo es la mejor asignatura, y la más completa, por todo lo que les aporta:

Porque además es desestresante. El Judo libera la presión de los estudios y los deberes. Ayuda a establecer lazos sociales, potencia y desarrolla el universo interno del judoka, por lo que podemos decir que el Judo es el mejor vehiculo de aprendizaje para el niño.

Por eso tenemos que dejar que nuestros judokas, que nuestros hijos, sueñen, imaginen, jueguen y practiquen Judo con otros niños.

De este modo estarán aprendiendo y mucho, de la mejor manera posible: divirtiéndose.

Y toda esta actividad química dentro del cerebro, es la responsable muchas veces, de que nosotros con nuestros judokas podamos completar los ciclos a los que me he referido al principio, y que nuestros alumnos se lleguen a formar para la vida, aprovechando la química y el funcionamiento de su cerebro cuando son niños.