Para comenzar el randori entre la marejada de judokas, al oír la señal de inicio, saludas te emparejas y empiezas. Cuando pasados los cinco minutos suena el segundo tono más largo, despides a tu compañero y buscas y saludas al primero que te viene más cerca. Y vuelta a empezar. 

En principio allí las veces que yo he estado no parecía que hacían muchos remilgos por hacer con uno o con otro, que seguro que los tenían, pero yo por lo menos no apreciaba. 

Si que recuerdo que la primera vez que estuve, que yo aun estaba en condiciones de practicar, y quería hacer randori, después de la señal para cambiar, yo muchas veces parecía ser invisible ante mis compañeros japoneses de entrenamiento, quizá por ser   extranjero, por ser mayor que ellos, o por mi condición de profesor, no me veían y así se evitaban complicaciones.

En nuestras clases cuando indicamos comenzar el randori siempre hay quien se empareja rápidamente y están los indecisos que no tienen claro con quien ponerse y mientras algunas parejas empiezan, otros se quedan parados mirándose de manera que me sale decir: ¡dejad de miraros!

Cuando llega el momento de cambiar, si dejamos que cambien como ellos quieren, si están impares siempre está el que se queda solo. Que suele ser el que lleva menos tiempo y no conoce las costumbres, el indeciso que no sabe que hacer, el rústico que todos evitan o el incómodo que nadie quiere. Recuerdo a nuestro Jesús Asensio que al principio era uno de estos y costaba encontrarle pareja.

Otros sin embargo tienen siempre “muchas novias”. Quizá porque hacen bien, porque son ligeros y manejables, y otros que aun siendo grandes y fuertes hacen y dejan trabajar, se puede hacer con ellos reaccionan bien y todos los buscan.

Recuerdo recién salido de mi accidente, hablo del año 2000, después de varios meses sin aparecer por el club, en cuanto se pudo, para tratar de que recobrara la normalidad me bajaron al club y desde el banco que tenemos en el extremo de las sala asistí a un entrenamiento. 

Viendo una sesión de la que se había responsabilizado mi alumno Juan Diego Pérez. Los había colocado a todos en dos filas uno frente a otro y los cambios para hacer randori estaban programados y no había posibilidad de que ninguno quedase solo, ni necesidad de buscar compañero.

Terminado cada randori, se movía una fila y todos tenían pareja. Me pareció una forma práctica y efectiva de dirigir la sesión. Cuando me reincorporé y volví a mis clases adopté esta forma de trabajo en mis sesiones. Y así hasta hoy. 

Ahora lo hago siempre en todas las sesiones pequeños, infantiles y cadetes, adultos, matutinos y para todo. 

Y todos hacen con todos, uchi komi, técnica, randori, y así todos se conocen más, se hacen antes amigos, llegan a hacer grupo con más facilidad, todos aprenden de todos, los que tienen habilidad ayudan a los menos buenos, los que no saben hacer de uke tratan de aprender a hacerlo mejor. 

Y en el momento de hacer randori trato de recordar siempre las recomendaciones que nos hizo el maestro Leberre la última vez que estuvo en el club y que son las siguientes:

-La práctica del randori es para aprender a tirar, no para aprender a defenderse. 

Cuando se trabaja para defenderse se pasa a llamar kakari geiko. 

El randori debe ser fuerte y debe servir a todos y que tan importante es aplicar una buena técnica, como  encadenar una buena caída.

En el momento de trabajar randori se pueden dar cuatro situaciones: 

-Cuando uno de los dos es de inferior nivel. 

Entonces el de menor nivel debe atacar sin parar.

-Cuando el nivel de los dos es similar. 

En este caso deben trabajar fuerte los dos.

-Cuando uno de los dos es superior. 

El más fuerte tiene que adaptarse al nivel del inferior. 

Esto no quiere decir que tenga que dejarse tirar, ni que no pueda tirar, pero tiene que trabajar en consecuencia. 

No puede uno de mayor nivel producir miedo entre sus compañeros en el momento de hacer randori. 

Si esto pasa es que el de mayor nivel no ha entendido el randori y no sabe trabajar.

-Y finalmente cuando se practica con un mayor no se tiene el derecho de tirarlo.

Y trabajando de esta forma, de la práctica del randori fluye el principio del Judo: “progresión mutua”.-

Y teniendo presente esta forma de trabajo, cuando se quedan parados, esperando no se qué, me sale decir: ¡dejad de miraros!