José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

En marzo de 2020, a causa de la pandemia se declaró el estado de alerta y tuvimos que cerrar el club. En septiembre de 2021, año y medio más tarde pudimos retomar la actividad.

Los grupos dependiendo de las edades, fueron empezando, y de alguna manera poco a poco volvíamos a la normalidad.

Tratamos de recuperar las clases y las sesiones se fueron rehaciendo y celebrando. Al principio los adultos, que tenían más ganas de volver a practicar, con mascarillas y guardando medidas de seguridad, acudieron y se fueron incorporando.

Con los niños fue más lento y esta siendo más lento el trámite. Los padres temerosos y concienciados, se mostraban más reticentes en el momento de volver. Con la pandemia en la calle y con el riesgo de contagio que implicaba la cercanía y el contacto que comporta el practicar Judo, se manifestaban y se han mostrado más prudentes a la hora de traerlos.

Y en este tiempo los profesores de Judo nos hemos encontrado con sesiones bajo mínimos, algunas veces, con muy pocos participantes. Recuerdo cuando yo comencé a hacer Judo, si al profesor no le parecía bien y suficiente el número de los que íbamos a participar, decidía suspender la sesión, “porque habían venido muy pocos”, o “no había venido nadie”.

En este tiempo de pandemia, incluso ahora en plena vuelta a la normalidad, yo me he encontrado con sesiones muy poco numerosas, en ocasiones con dos, tres, y que he querido y tenido que sacar adelante porque “los importantes son los que vienen”.

Cuando empezamos, en el club afortunadamente tuvimos muchos alumnos. Los grupos entonces no eran nunca de menos de treinta, y en ocasiones, entonces bregar con grupos de en torno a cuarenta o cincuenta, en el club o en colegios era lo normal.

Ahora funcionar con veinte en una sesión ya nos parece suficiente. Y aparte de que nos parece bien, es que sabemos que podemos y somos capaces de cumplir, incluso con grupos más numerosos, aunque a veces la dirección y las APAS en los colegios te “pongan pegas”, dependiendo de con cuantos alumnos estas dispuesto a jugar.

En la década de los 90 muchas veces, para comenzar el año, de Año Nuevo a Reyes íbamos a entrenar a Paris.

Después de la comida familiar del 1 de enero, “cargaba” el coche con los cuatro alumnos punteros, y “carretera y manta” hasta Paris.

Nuestro contacto en Paris era el maestro Leberre. Recuerdo la primera vez.

Una vez alojados en el centro, en un albergue de la “Jeunesse et Sports”, que es lo que había encontrado más económico, llamamos al maestro: “J’ai un course a 19 heures a Marly le Roi. Si vous sortez vers cinque heures, vous arriverez en 40 minutes. Si vous sortez plus tard, seront deux heures pour arriver”.
(Tengo una clase a las 19 horas en Marly le Roi. Si salís hacia las cinco llegáis en 40 minutos. Si salís más tarde os costará dos horas llegar).

Quiero hacer constar que estamos hablando de un tiempo donde no disponíamos de móviles, GPS, etc…, en los viajes, lo resolvíamos todo, consultando planos de la Guía Michelin.

Marly le Roi es un barrio al norte de Paris, que finalmente encontramos y que siguiendo las indicaciones del maestro llegamos en tiempo.

Un polideportivo de barrio con su sala de Judo donde encontramos al maestro Leberre que impartía una clase a cuatro adultos. Un amarillo, dos naranjas y un verde. Nos mandó cambiar y compartimos con ellos la sesión. Tener al maestro a nuestra disposición era todo un lujo, pero nuestro objetivo era entrenarnos con gente de nivel y ese entrenamiento no lo cumplía.

Acostumbrado a ver al maestro en el Temple sur Lot, siempre con un gran número de judokas, antiguos campeones de Francia, profesores y competidores importantes, algunos miembros del equipo nacional francés, a tenerlo en Zaragoza cuando venía en un Kajuki lleno, (el Kajuki era un tatami en Zaragoza de más de 400 metros), me pareció un Leberre desaprovechado y no entendía bien lo que pasaba.

Ahora lo puedo entender, un “club de barrio” donde Leberre tiene un compromiso, se gana la vida, e imparte sus sesiones. Un dos de enero a las siete de la tarde, ¡quién hace Judo ese día y a esa hora! Y un Leberre responsable que no deja tirada a su gente. “Porque los importantes son los que están…”

A la salida del entrenamiento nos llevo a cenar a su casa y nos organizó para que al día siguiente y los días que estuviéramos en Paris pudiéramos asistir a los entrenamientos que se realizaban en lo que entonces se llamaba INSEP (el equivalente al CAR en España).

Y a mí, ahora bregando en ocasiones, en estas circunstancias bajo mínimos, me viene a la memoria el maestro, y me siento identificado con él, y sin pretender asemejarme, de alguna forma me tranquiliza.

Me tranquiliza el pensar y recordar que si él, siendo quien es, ha llegado a pasar por situaciones similares, no es tan raro que a muchos profesores de Judo nos toque pasar también, y que, nos podamos identificar con este tipo de escenarios que nos pueden afectar a todos cuando nos enfrentamos en estas sesiones después de la pandemia.