José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

Yo debía ser por entonces cinto verde o azul, y rondaría los 17 o 18 años. A azul pase en el curso en Villanúa en 1972. Y el hecho se produjo en la sala del recién abierto Gimnasio Victoria, al poco tiempo de llegar a Zaragoza, el profesor de Judo francés Juan Cotrelle.

La sesión no se si la estaba impartiendo él, o Ángel Claveras, lo que si que recuerdo, es que los dos estaban en el tatami.

También que, en un momento determinado, no se si durante una explicación o un periodo de trabajo, se me abrió la boca y bostecé. No fue un bostezo ostentoso, ni con ruido, pero fue un bostezo que no pude evitar, y coincidió que Juan me estaba mirando.

Cincuenta años han pasado y aún estoy viendo la cara que puso Juan al verme. No dijo nada, pero con su mirada lo expresó todo.

Si las miradas fulminasen, yo me hubiera extinguido en ese momento. La forma en que me miró Juan, no he podido, ni he querido olvidarla. En mis años de enseñanza, cuando en alguna ocasión he visto bostezar durante una sesión a uno de mis niños, he tratado sin decir nada, de mirarle como me miró el profesor Cotrelle y tratar de hacerle sentir lo que yo sentí, aunque no creo que lo haya conseguido nunca.

El respeto que imponía Juan, y la consideración que yo le tenía, no se si yo la he llegado a conseguir alguna vez en mis niños.

Esta es una de las primeras anécdotas, que tengo de mi vida con el Judo y que no he olvidado.

En 2010 uno de mis primeros artículos que se subió en Arajudo es el que trata de la autoridad del profesor de Judo, en el que, aunque no lo nombro, porque en aquellos primeros artículos no me parecía indicado citar a nadie, el Profesor que se “detenía junto al tapiz”, y que, con su sola presencia conseguía mantener el orden y crear la calma, era el Profesor Juan Cotrelle.

La autoridad del profesor de Judo.

Siempre recordaré hace años un curso de Judo en Mauleón (Francia) que organizaba mi profesor Ángel Claveras junto con dos amigos profesores franceses.

Uno de los profesores franceses comunicaba de manera especial la sensación de autoridad. Antes de iniciar la sesión y estando todos los niños revolucionados jugando por el tatami aparecía en la sala y no tenía que hacer ni decir nada. Se detenía junto al tapiz y conforme advertían su presencia, los niños paraban, se iban callando y se colocaban progresivamente en la fila para saludar.

A mi la personalidad de este profesor, la autoridad que solo su presencia producía ante la clase me impactaba. No he podido olvidar esta imagen y siempre he pensado que es a lo que tiene que aspirar todo profesor de Judo, a conseguir de manera natural con su presencia mantener el orden en la clase.

No se si con todas las polémicas actuales que existen sobre autoridad, con los problemas actuales que “sufre el profesor en el aula” sea lo más indicado que trate yo este tema ahora, pero está comenzando el curso y me parece oportuno, crear inquietudes y aportar ideas que nos puedan ayudar.

Primero de todo, vamos a enumerar las características que según Rainers Martin (psicólogo deportivo), debe reunir un profesor de cualquier deporte: conocimiento del deporte, motivación por no dejar de aprender, y empatía.

Vamos a dar por sentado que el profesor tiene suficientes conocimientos de Judo, que está motivado por no dejar de aprender. Quedará el concepto de empatía, que es “la facultad de identificarse con una persona o grupo de personas, ponerse en su lugar y percibir lo que sienten”.

Y percibiendo lo que sienten, en el ambiente creado, el profesor deberá aplicar la autoridad.

La autoridad del profesor es una autoridad moral, que viene avalada por sus conocimientos, por ser una persona que observa en cada situación una conducta adecuada, que sigue una línea de actuación coherente y que sabe comunicar.

Y todo esto es lo que proporciona al alumno la sensación de que el profesor puede aportarle algo, y es lo que hace que el alumno reconozca su autoridad.

Al hablar de autoridad se generan otros conceptos como respeto, disciplina, convicción y competencia.

Consultando la definición de autoridad, el diccionario dice: derecho y poder de mandar y de hacerse obedecer.

La autoridad es efectiva cuando existe el respeto y el respeto es muy difícil de imponer y de improvisar. El respeto no se impone, se gana y empieza por respetarse a uno mismo y por respetar a los alumnos, tratando de crear un ambiente donde los alumnos se interesen, porque “para aprender hay que entender y para entender hay que atender y nadie atiende si no está interesado por la materia.”

Hablando de autoridad y de respeto surge el término disciplina. Término que por las distintas connotaciones con que se ha tratado, en estos tiempos, está depreciado y parece que incomoda hablar. Y la disciplina no es más que una simple condición de trabajo Es “el cumplimiento de unas normas de convivencia que atañen a todos en beneficio de un bien común.”

En las clases de Judo coexisten dos tipos de disciplina (o condiciones de trabajo), una social (puntualidad, higiene, buenas maneras) y otra, disciplina de entrenamiento para que el grupo pueda progresar y cumplir sus objetivos.

Para ejercer la autoridad, el profesor tiene que estar convencido de su derecho a mandar. Derecho a mandar que se fundamenta en primer lugar por el status que ocupa como profesor y en segundo lugar porque tiene conocimientos que aportar y transmitir. Si el profesor es consciente de estas dos condiciones será más fácil que cumpla la segunda premisa que define autoridad, “hacerse obedecer”.

Y para hacerse obedecer el profesor de Judo tiene que estar seguro de su competencia. Competencia en lo que hace, competencia en lo que manda y competencia en cómo lo manda, desde donde se genera la convicción de que te van a obedecer porque el profesor está seguro de que lo que manda es lo correcto y el alumno percibe seguridad en que el profesor es capaz de aportarle conocimientos.

Cuando el profesor explica, el alumno capta el grado de fascinación que el Profesor siente por lo que está exponiendo, su nivel de seguridad y de preparación. Cuando no es así, también capta el miedo y la inseguridad del profesor inseguro y novato.

Esta convicción, esta competencia y ese mandar con empatía es lo que diferencia a un profesor de otro, y es lo que distingue a un profesor con mayor autoridad que otro.

Así como un competidor debe observar a otros competidores, analizar a sus rivales para preparar futuras competiciones y tiene que evaluar sus combates para sacar conclusiones para progresar, pienso que una forma de aprender y de formarnos como profesores aparte de asistir a cursos, es evaluar y analizar todas nuestras actuaciones cuando impartimos clase y si tenemos la posibilidad, ver y analizar como se desenvuelven otros profesores en sus clases, y fijarnos en su forma de “aplicar la autoridad”.

Y teniendo en cuenta sus aciertos, copiar y probar lo que queremos imitar y pensamos que podemos incorporar a nuestras clases, y tomar nota de lo que no nos gusta, para no reproducirlo nosotros.

Concluyendo:

Para que el profesor pueda ejercer la autoridad, tiene que existir un respeto, una disciplina (condiciones de trabajo), que facilite el ambiente donde los alumnos se interesen por la actividad y el profesor tiene que estar convencido de lo que enseña, por lo que tiene que estar seguro de su competencia y mostrar una gran dosis de empatía en el momento de actuar.