José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo
Cuando empecé a tratar más a fondo a raíz de una concentración para unos campeonatos militares, a mi amigo Julen Idarreta, judoka vasco de San Sebastián, medallista nacional, alumno de José Miguel Sanz y procedente del Judo Club San Sebastián, situado cerca del puerto, recuerdo que me decía, que, si su Judo era relativamente estático, era porque toda la vida había tenido una columna detrás, lo que le había obligado a hacer esa forma de Judo. Y ciertamente el Judo Club San Sebastián, ubicado en la zona vieja, junto al puerto, tenía una gran columna en mitad del tatami. José Miguel Sanz, profesor allí y Profesor de Julen, lidiaba con esa pilastra y él y sus alumnos se adaptaron a trabajar allí.
Porque el Judo te enseña a adaptarte y a jugar con lo que tienes.
La sala de nuestro club, el tatami del club de Judo Las Fuentes, es una nave, no tenemos columnas, y aunque pusimos aislante como falso techo, en invierno resulta fría. En su momento, pensamos como hacer para calentarla, incluso probamos con un cañón de aire caliente alimentado con gasóleo, con lo que conseguíamos subir rápido la temperatura, pero teníamos el problema de la salida de gases, con lo que al final decidimos poner unos acumuladores eléctricos, de carga nocturna, y con eso nos hemos mantenido los casi 50 años que llevamos. No hemos tenido ninguna baja por congelación, aunque hay que reconocer que la sala en invierno sigue resultando fría.
Y es por eso que en mis sesiones, cuando empezamos a hacer Judo, y empezamos a hacer repeticiones, empezamos siempre con los dos judokas en movimiento.
Y ¿cuál es la técnica que hace mover a los dos? De ashi harai. De ashi harai es una técnica que se realiza en movimiento donde hace falta una precisión en el momento de aplicar el barrido, y por consiguiente una atención especial. En cualquier otra técnica, el que hace de uke, puede estar inmóvil y tarda más en entrar en calor, el que hace de tori puede hacerlo de forma automática. En de ashi harai los dos tienen que moverse y tienen que “mantenerse despiertos” para coger y sentir el momento del barrido.
En los tiempos normales, con clases numerosas, todos los Profesores nos planteamos en nuestras sesiones unos objetivos, y tenemos nuestras rutinas y nuestra forma de calentar y de hacer entrar en materia a nuestros alumnos.
Estos dos años de pandemia, nos ha hecho agudizar el ingenio y cambiar rutinas para poder seguir con nuestras clases, con toda la problemática existente. A veces cuando en alguna sesión hemos llegado a tener sólo uno o dos alumnos, y había que hacer algo con ellos, porque “los importantes son los que vienen”, teníamos que cambiar los esquemas y exprimir el cerebro, para sacar adelante la sesión.
Además, durante un tiempo, cómo los que venían tenían que mantener una distancia de seguridad y no podían tocarse, fue el “boom” del tandoku renshu.
Ahora para hacer Judo podemos agarrarnos, aunque hay que utilizar la mascarilla. De todas formas, lo primordial es no parar, y si la mascarilla salva la situación y nos deja trabajar, bendita mascarilla.
Aunque la mascarilla nos impida ver la cara de satisfacción de nuestros alumnos cuando realizan un movimiento que les sale. También nos impide reconocer quién de nuestros pequeños hace comentarios cuando no tiene que hacerlos y no nos deja ver su cara de contento o disgusto cuando damos alguna indicación de lo que vamos a hacer.
Como alguna vez he comentado hay estudios de psicología deportiva, que dicen que, en nuestras sesiones, tenemos que tratar de conseguir que nuestros alumnos “se diviertan y se sientan importantes”.
También que sientan cómo el practicar Judo les ayuda en su vida diaria. En principio con unos resultados físicos, pero de muchas otras maneras después.
Las formas que todos respetan y que se respira durante la sesión, hace que la sesión se desarrolle en un clima que infunde seguridad y confianza.
La seguridad que vamos adquiriendo en nosotros mismos cuando vemos cómo vamos afianzando los movimientos, y apreciamos nuestra progresión.
Y la relación y el ambiente cordial que se crea, hace que esos brotes de amistad que surgen entre todos los componentes de la sesión durante la práctica del Judo sea al final lo más importante.
Físicamente, respirar, oler, compartir el sudor del compañero, nos hace vivir de alguna forma, algo que no se vive en ninguna otra actividad.
Poco a poco el conocimiento de nuestro compañero, la relación que se va fraguando con él, la confianza que surge entre todos, hace que al final ese grupo se haga importante, y que esa relación se transforme muchas veces en una amistad duradera, y hace que el Judo resulte una disciplina distinta y verdaderamente trascendente en nuestra vida.
Y ahora voy a tratar de contar, el cómo resuelvo yo, o cómo he resuelto algunas situaciones, que se nos han dado a todos, y que todos hemos resuelto y tenemos nuestra manera de solucionar.
Tenemos que tener en cuenta, cuando vamos a iniciar la sesión, los que vienen, los que han venido y que los importantes son los que están allí. No podemos estar pensando ni lamentándonos durante la sesión por los que quizá tenían que haber venido y han faltado, y que quizá esperábamos y deberían estar.
En el momento de empezar, en mis clases, no se espera a nadie. Los que llegan primero, en la clase de adultos empiezan a hacer uchi komi. Si son varios, de momento se ponen como quieren, y van cambiando por nivel, grado, amistad, o conocimientos.
A los que van llegando y llegan tarde tarde, intento hacerles entender lo que decía el maestro catalán Fernando Reyero que: “si cuando vas a coger el tren, llegas un minuto tarde, pierdes el tren”.
En las clases de infantiles y juveniles, empiezan a jugar a tula o a pillarse. Y en la de pequeñitos, los siento alrededor y “hablamos de Judo”. De los movimientos, de la clase de sus compañeros, de lo que les gusta, de lo que no, y esperamos que vayan llegando todos. Hablando de lo que ellos quieren y sintiéndose escuchados, se sienten importantes y ¡todo es Judo!
Y si durante esos momentos hacemos comentarios sobre la forma de conducirse y de cómo comportarse en el tapiz, o fuera de él, en el momento de comenzar la sesión, lo harán con una mejor mentalidad.
En mis comienzos, cuando yo empecé a practicar Judo, lo normal era que la indicación del Profesor después del calentamiento fuera: “venga, por parejas, repasad los movimientos”. Y todos nos emparejábamos con nuestro amigo, que siempre solía ser el mismo, y el trabajo técnico de repaso o ante una explicación, lo hacíamos con él.
El cambio de compañero y trabajar con otro distinto, se producía en el momento del randori, que, para conseguir una mayor progresión, el Profesor propiciaba el cambio.
En mis primeros tiempos como Profesor, yo seguro que hacía lo mismo. Cuando sufrí el accidente y me estaba recuperando, me llevaban al club para que me distrajera, y viera a mis amigos y a la gente. Sentado en un banco que tenemos en el extremo de la sala, asistía a cómo amigos y alumnos impartían las clases, que hasta entonces yo impartía.
Recuerdo una clase de adultos a cargo de mi alumno Juan Diego Pérez. Juan Diego Pérez es actual tercer dan, ingeniero industrial, profesor y director en un Instituto en Sevilla. Cuando competidor, fue medallista nacional juvenil y júnior.
Durante la sesión, Juan Diego colocaba en dos filas a los participantes, y les hacía cambiar ordenadamente y cada cierto tiempo, no solo durante el randori, sino también en el momento de hacer uchi komi o trabajo técnico.
Allí capté la importancia de los cambios y de hacer todos con todos. Y me “quedé con la copla”.
Cuando retomé mis clases, seguí esta dinámica de Juan Diego y hasta hoy, en que en las sesiones que yo imparto, ordenadamente y en dos filas, se cambia a cada momento de compañero, y como diría mi alumno y amigo traumatólogo 3º dan, Jorge Gil son: “todo ventajas”.
En ocasiones me encuentro que son impares. Si la dinámica es cambiar en dos filas, hay uno que cada vez que tiene que esperar solo. Ese momento, lo puede emplear en simplemente esperar, arreglarse el judogi o hacer algún trabajo físico o de tandoku renshu.
Otra opción es colocarlos formando un círculo, y uno de ellos comienza a realizar un movimiento con el de al lado. Luego con el siguiente, luego con el otro, y así cada uno y con cada uno, de manera que en muy poco tiempo están todos trabajando inmersos en unos cambios que desde fuera en un momento determinado puede parecer un trabajo caótico, pero que está perfectamente estructurado y todos se encuentran implicados todo el tiempo.
Durante esta pandemia, a veces han venido pocos. Pero los importantes son los que vienen y nos debemos a ellos. A todos nos gusta y nos motiva impartir una sesión o un entrenamiento con muchos judokas y con cierto nivel.
Pero a veces tenemos que lidiar con lo que viene y con su nivel.
Y ahí tenemos que esforzarnos porque esos que han venido con ilusión por hacer Judo, terminen satisfechos su entrenamiento.
Y nos tenemos que adaptar al nivel que profesan, intentar corregir, y pensar y esgrimir los mecanismos para que sientan su progreso y salgan orgullosos de su trabajo realizado y de su sesión.
El practicar cambiando a cada momento propicia que el de menor nivel al hacer con cintos más altos, progrese con mayor facilidad.
Y los de mayor nivel, que quizá nunca lo elegirían como compañero para trabajar, al ser solo un momento, aceptan la situación como “un mal menor”, y uno de las máximas de Jigoro Kano “amistad y prosperidad mutua”, empapa la sesión.
Antiguamente, cuando faltaban alumnos, en ocasiones oías a un profesor decir: “no, es que han venido pocos y no nos hemos cambiado, no hemos hecho”. Y por falta de participantes, habían suspendido la sesión.
Cuando yo empecé con los matutinos, ya hace 40 años, si un día solo venían dos o tres, nos íbamos a tomar un café. Eso quedó atrás. Fundamentalmente porque siempre somos más, pero es que ahora estando dos, ya no esperamos a nadie. Con esos dos pasamos al tatami empezamos a trabajar. Y si llegan más mejor, pero si no, con dos ya pueden hacer.
Incluso en tiempo de pandemia si solo ha estado uno, hemos aprovechado para hacer tandoku renshu, físico, musculación o estiramientos.
Y hasta aquí esta reflexión, donde de alguna manera cuento lo que he hecho y hago yo en distintas situaciones, porque soy el que escribo y lo cuento, pero que seguro hemos hecho todos y resuelto parecido o de otras maneras, cuando ha habido por distintos avatares, que adaptarse a las circunstancias.