Y así empezamos. Cada día a las tres de la tarde el grupo de amigos de entonces cintos negros del club formado por Manuel Hernández, Jesús Sánchez, Félix Asín, Carlos García, Paco Gracia, Ignacio Álvarez, Carlos Palacio, Paco Vargas (este era de karate) y yo, José Ángel Guedea comenzamos con nuestras primeras sesiones de práctica de kendo.

Al principio solo contábamos con su equipo. Un bogu (las protecciones de kendo) y dos shinais, (sables de bambú). El bogu hasta que nos enseñó y practicamos los golpes básicos se lo ponía siempre él y era el que “recibía”, pero en cuanto consideró que ya teníamos nivel para “encajar” nos lo ponía un día a cada uno, el shinaí lo íbamos alternando y él ya podía practicar.

Cuando fuimos a Paris con motivo de ver el campeonato del mundo de Judo en 1979, fue cuando en la Maison del Judoka nos hicimos con shinais para todos.

A partir de entonces los entrenamientos de kendo fueron más dinámicos. Todos teníamos con que pegar y las protecciones las seguíamos vistiendo un día cada uno.

Y llegaron las vacaciones de Navidad. Mi madre acababa de comprar un apartamento en una urbanización en Jaca (Huesca) y sus hijos “decidimos estrenarlo”.

Mi hermano y sus amigos resolvieron que subirían desde el día de Navidad por la tarde, hasta pasar la Nochevieja y yo con “mi grupo de kendo” Mamoru a la cabeza, los relevaríamos el día primero del año por la tarde y nos quedaríamos hasta Reyes.

La noche en que llegamos durante la cena, Mamoru nos indico que el entrenamiento de kendo comenzaría al día siguiente al punto de la mañana y fue la primera vez que escuchamos la palabra kangeiko que él empleó, para titular el entrenamiento que haríamos al día siguiente.

Y a las 8 de la mañana del día 2 de enero, apenas había amanecido, estábamos todo el grupo en la pradera de la urbanización, en judogi, uno de nosotros vestido de kendoka y todos armados con los shinais, descalzos sobre la hierba escarchada corriendo y pegando gritos a la vez que pegando palos al que iba vestido de “romano”.

Los vecinos alertados por el griterío asomados a los balcones no daban crédito de lo que estaban viendo. La urbanización era nueva y no nos conocíamos ninguno y ¡qué los del 2º E!, que llevaban desde el día 25 de juerga permanente, que habían protagonizado (me enteré más tarde) una Nochevieja memorable, ahora incansables (ellos no sabían nada del relevo), estaban disfrazados, descalzos, corriendo y pegando gritos por la pradera de la urbanización a las 8 de la mañana de un 2 de enero, les parecía estar viviendo una autentica pesadilla.

Y estas fueron nuestras primeras nociones de lo que era un entrenamiento de invierno (kangeiko).

Ya en Zaragoza, en 1980 enfrascados en las clases y en el club, pasado el verano buscando en nuestros libros referencias y recordando las explicaciones de Mamoru de lo que era el kangeiko, decidimos en diciembre realizar una semana de entrenamientos a las 6’30 de la mañana, haciéndolo terminar el día 24.

Ese primer kangeiko, de una semana, en que estuvimos unos treinta judokas terminó, no se quien fue el que trajo un jamón, a las 8 de la mañana en el pasillo del club sentados alrededor de una mesa, cortando el jamón e improvisando pan y bebidas para pasarlo.

Y después de esta primera vez en 1980, ininterrumpidamente cada Navidad de 6’30 a 8 de la mañana, haciendo coincidir el final con el día 24, hacemos unos días de entrenamiento de invierno. Esta ha sido la edición número 35 y en esta ocasión hemos estado en torno a sesenta participantes.

La filosofía del kangeiko es la siguiente:

El kangeiko se celebra en Japón en las universidades, y es un entrenamiento que tiene lugar en enero a la vuelta de las vacaciones e inicio del año con el rito tradicional del “kagami biraki”, donde en una reunión se intercambian propósitos, se plantean objetivos entre los alumnos y el maestro, y se realiza una demostración de kata y de randori.

El kangeiko en Japón se realiza siempre de madrugada que es cuando la temperatura es más baja, y así se consigue su objetivo que es incidir sobre el sentido de superación, educando y fortaleciendo la voluntad realizando el entrenamiento en las condiciones más adversas.

Es una oportunidad también de establecer y fortalecer lazos de amistad. El kangeiko enseña el valor y la perseverancia, al mismo tiempo que la voluntad al superar las dificultades más desfavorables.

Y esto es en Japón. En España cada uno hacemos lo que podemos. A nosotros nos sirve para reunir al menos una vez al año a los judokas vigentes del club, con los que en la actualidad por diferentes razones  no practican habitualmente pero que se sienten ligados al club, que lo consideran como algo suyo, no quieren faltar y retoman y disfrutan de unas sesiones de la practica del deporte que durante una parte de su formación fue importante y de alguna manera ayudó a enfocar su vida.

Cada club tiene una manera distinta de festejar sus celebraciones de fin de Año. La mayoría lo hacen con una cena. Otros aprovechan las fechas para hacer homenajes y galas y últimamente se está extendiendo esta modalidad del “entrenamiento de invierno”.

A primeros del pasado mes de diciembre el aragonés Santos Nalda 5º dan profesor de Aikido y 1º de Judo, pionero del Aikido nacional, autor de varios libros, de numerosos artículos e infinidad de dibujos y viñetas relacionados con el Judo y el Aikido, que siempre ha provocado en mi un gran respeto y con el que ahora guardo mayor relación pues tengo  a su nieto en mis clases de Judo, me invitó a participar y me mandó información de un kangeiko que realizaba en una mañana, donde juntaba distintos profesores de diferentes disciplinas para practicar, difundir y hablar sobre el espíritu  del Bushido.

Lo que es evidente es que sea en una mañana, en un día, en dos o varios, a la hora que sea, lo que nos resulta siempre emocionante a los profesores de Judo, es reunir a los alumnos con los que hemos compartido, tatami, enseñanzas experiencias, buenos y malos tragos, “sangre sudor y lagrimas” en distintas situaciones, ahora ellos ya con su vida encauzada, y que aunque no practiquen Judo de manera habitual en la actualidad, son y se sienten judokas, entienden su vinculación con el club y acuden cada año a felicitar la Navidad y el Año y porque saben que se van a juntar con sus compañeros y van a sentir, recordar y reconocer todo lo que en el Judo han encontrado y el Judo les ha aportado.

Por eso resulta emocionante…