José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo
A Fran Garrigos apenas lo conozco. Solo de verlo desde la grada compitiendo.
“Detrás de un competidor siempre está su entrenador”
Y así como a Garrigos no lo conozco, a su entrenador Quino lo conozco mucho mejor.
Quino nació en 1958, y durante años los resultados en los campeonatos de España en los primeros pesos, 60, 65, y 71 los acaparaban los madrileños Soti, Paco, Quino. 78 iba variando y los pesos de arriba, eran los catalanes Ricardo Antonio, Moretó y Soler los que los coparon muchas veces.
A Quino lo veía competir. Se destacaba por sus seois rápidos, y contundentes, aderezados con unos barridos explosivos y siempre en el tiempo.
Recuerdo cuando resultó campeón de Europa en Pamplona en 1988, el combate contra el campeón francés Patrik Rosso, al que pilló con unos barridos de antología.
Y de la final en el Campeonato del Mundo de 1991 en Barcelona, donde hizo frente a Koga, y resultó subcampeón, resultado hasta entonces más importante en el Judo español masculino, y al que no se le dio especial importancia, al resultar Miriam Blasco campeona.
Y Quino participó y obtuvo resultados relevantes en campeonatos de Europa y del Mundo y participó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84, Seúl 88, donde resultó séptimo, y en Barcelona 92.
Yo lo conocí y empecé a tratarlo en Alicante, en el curso que entonces empezaba a hacer Sergio Cardell, alojándonos en su casa y haciendo las sesiones de Judo en el local de Rigoberto Ferrer.
Sergio se rodeaba de sus amigos, y a los que habían tenido resultados, les invitaba a explicar sus técnicas, y Quino fue uno de ellos. Tras la muerte de Sergio cuando el curso lo siguió haciendo Miriam Blasco, Quino y muchos amigos de Sergio siguieron y seguimos acudiendo y apoyando el curso.
En mi época como entrenador del equipo nacional juvenil y luego júnior, tuve en salidas y concentraciones a sus hijos David y Rorro y tuve oportunidad de tratar más con él.
Coincidieron y tuve frente a mis alumnos Sergio Doménech y Javier Pérez Villa, a sus alumnos los hermanos José y David Alarza, y de alguna manera el “enfrentarnos” en la silla nos hizo conocernos más.
Entrañable, sensible y controvertido, Quino se ha caracterizado siempre por su sencillez y su sinceridad. También por su sensibilidad. Todos le hemos visto llorar después de ganar una final y quedar campeón. También le hemos visto todos, muchas veces con lágrimas en los ojos, después de una competición tras ganar o perder sus alumnos, pero siempre con ellos.
Y por luchar siempre por ellos, a veces ha podido resultar controvertido y molesto ante políticos y federativos lo que le ha llevado en ocasiones a situaciones fuera de lugar.
Ha tenido la suerte de tener muy buenos alumnos y competidores. Cómo decía Vladimir Barta, “El buen competidor hace al buen entrenador”, y seguro que ha aprendido con ellos.
Pero también es seguro que sus buenos alumnos han salido porque él estaba detrás, delante y siempre con ellos, porque si de algo se puede acusar a Quino es de su entrega incondicional por sus alumnos.
Y dentro de esa entrega, Quino ha tenido que aprender y ha aprendido a ganar y ha tenido que aprender y ha aprendido a entrenar para ganar.
Y ha enseñado a sus alumnos lo que tenían que hacer para ganar.
Y así y haciéndolo todo, han salido los resultados de Niko, y ahora Garrigos.
Y seguro que muchos más, y a otros niveles, pero que yo desconozco
Pero si de algo podemos catalogar a Quino es de mantenerse incombustible.
A mi me produce una sensación de respeto muy grande porque a mi, siendo algo mayor que él, “me puede la vida”, y aunque me sigue gustando y disfruto con lo que hago, me siento incapaz ya de motivar y preparar a mis alumnos, incluso para participar en campeonatos autonómicos.
Y Quino, ahí lo tenemos otra vez, con un oro mundial.