En mis rutinas estaba y está la de tomar café con mi alumno ahora ya amigo Chema, los días que tengo clase en el club antes de las sesiones y desde que tuvo a Carlota, la trae con él.

Y en el tatami hemos presenciado como Carlota en su momento, de estar boca arriba se ponía boca abajo, y estando boca abajo pretendía incorporarse y gatear.

Y hemos asistido a sus primeros momentos de gatear, a sus primeros pasos vacilantes con la seguridad que nos proporcionaba el tatami y la falta de obstáculos para hacerse daño, de manera que Carlota vivió sus tres primeros años en el convencimiento de que en el club y en el tapiz solo podía estar ella, su padre y yo, y el día en que quizá habían venido más tarde y comenzaba a llegar algún alumno se sentía cortada, cohibida y molesta por la presencia del intruso en el club.

Por eso cuando Chema me dijo que este curso trataría de probar que Carlota se integrase en el grupo de pequeñitos, tengo que decir que tenía mis dudas de cómo lo iba a encajar ella.

Este grupo a fecha 23 de septiembre se componía de en torno a una veintena todos de seis, cinco, alguno de cuatro, casi todos “veteranos” del año anterior con algunas incorporaciones desde primero de mes.

Y tengo que decir que la adaptación de Carlota no supuso ningún problema. La actitud de sus compañeros cuando la presenté y expliqué que iba a ser la más pequeña, que estaría con nosotros para ver si le gustaba el Judo y que había que cuidarla fue emocionante.

La asumieron como el juguete del grupo a la que todos querían ayudar, llevar de la mano, acompañar y cuidar. Tengo que reconocer mis miedos cuando realizando algún cazador, me pareció especialmente frágil cuando ella gateaba y todos corriendo a su alrededor, sentí el riesgo de que alguno pudiera caerle encima.

Y Carlota apoyada y cuidada por sus compañeros, pasó la prueba de sociabilidad, pues la de Judo como podéis imaginar la tenía de largo superada porque en sus ratos de tatami en solitario, en compañía de su padre judoka y su padrino que soy yo, ya tenía nociones de caer de espalda, hacer volteretas y amagar con o soto gari.

En el artículo que escribí sobre la edad de los niños en las clases de Judo a propósito de incorporarlos antes, en unos párrafos decía:

“Los tiempos han cambiado. Ahora se hace Judo en los gimnasios y se hace Judo también en casi todos los colegios. Y además en todos los colegios hay una gran oferta de actividades para los niños. Dentro de las actividades extraescolares además de deportes incluyen cursos de informática, idiomas, teatro, bailes regionales, clases de recuperación, que muchas veces los padres entienden que pueden ser más interesantes para su niño.

En cualquier deporte los cogen siendo muy pequeños y adaptando el deporte a su edad y una vez encauzados en una actividad es complicado hacerles cambiar y conseguir que prueben el Judo.

Y es quizá esta una de las razones por las que los profesores de Judo tenemos que cambiar nuestra forma de pensar y tenemos que intentar incorporar al niño cuanto antes en nuestras clases.

Y adaptando las sesiones a la edad del niño, conseguir que el niño lo pase bien, se sienta importante practicando Judo y comience a vivir los valores que el Judo encierra. Cuanto antes tengamos al niño con nosotros, más posibilidades, si sabemos hacerlo, tendremos de tener un niño fidelizado con el Judo.

Por eso hay que tener en cuenta que:

Cuanto antes podamos tener al niño en la clase más probabilidades, si lo sabemos hacer, tendremos de que se quede. Si no está con nosotros no podemos hacer nada pero si disponemos de él, ya es problema nuestro “saber engancharlo” y conseguir, como decía Sergio Cardell, que se enamore del Judo. Deberemos interesar al niño, dosificar los contenidos, motivarle, ganarle, quedarnos con él y conseguir que él se quiera quedar con nosotros y con el Judo.

La relación con los padres en este tiempo es determinante. Es importante que los padres asistan a alguna clase o exhibición donde vean desenvolverse al niño y aprecien los valores de que se va empapando.

Que se conciencien de como el Judo comienza a influir en la personalidad y en la forma actual de comportarse el niño y los beneficios y las posibilidades que puede tener el Judo en su formación en un futuro próximo.”

Hasta aquí lo entresacado de lo que ponía en la reflexión.

Lo que si que entiendo que es importante, es que el grupo sea homogéneo y tengan todos una edad similar. Que sean niños de una misma edad a los que se les pueda explicar y puedan a su nivel entender y razonar fundamentos y valores que puedan asimilar.

A nivel físico trabajaran coordinación y psicomotricidad a través de los juegos, ejercicios y el propio Judo adaptado a ellos mediante la práctica de los movimientos. 

Y nosotros tenemos que asumir y entender que Judo es todo. Porque realmente a esa edad para ellos todo lo que hagan desde que entran en la sala o en el club, es Judo.

Porque Judo es: abrir la puerta, entrar en el club y al respirar y sentir la primera bocanada, entender que allí entre olores, cuadros, fotos, copas… se hace otra cosa, “que se vive” de otra manera. 

Y que Judo es saludar al llegar a los que ya están allí y saber esperar que vayan llegando los compañeros.

Y que en esa espera Judo es, saber estar sin levantar la voz y sin jugar, manteniendo un comportamiento que muchas veces extraña a los mismos padres que les acompañan y que contagia a los que entran, y aun sin haber empezado la sesión.

Y que Judo a esa edad es pasar a cambiarse y si les ayudan sus padres, colaborar con ellos a ponerse el judogi, y dejar la ropa ordenada.

Y que Judo poco a poco es aprender a cambiarse solo, y en el vestuario ser ordenado.

En definitiva que Judo es una actitud, cuidar el club, tratar de valerse por si mismo, respetar las cosas de los compañeros y no tocar nada.

Hasta aquí y sin haber pisado al tatami,  “ya se ha empezado a hacer Judo”.

Y una vez centrados en el tapiz:

Judo es también pasar al tatami, saludar al entrar y seguir las indicaciones del profesor. 

Judo es aprender a anudarse el cinturón.

Judo es obedecer siempre al profesor. 

Y Judo es saber estar, no levantar la voz, aprender a como hay que estar sentado en el tapiz y saber esperar. 

Y Judo es conocer, tratar, aceptar a sus compañeros y respetarlos. 

Y sin haber aun empezado la sesión ya se ha hecho mucho más Judo.

Pero Judo también es ponerse en una fila junto a sus compañeros respetando el grado para saludar.

Y ya en el calentamiento Judo es aprender a correr y desplazarse por el tatami. Y en los juegos, correr, esquivar, saltar, empujar, arrastrar, coordinar… pasarlo bien. 

Judo es no hacer trampas, y tener claro que  “no vale engañar”.

Judo es jugar con todos, hacer con todos, aprender a elegir y cambiar de compañero.

Judo es ayudar y cuidar a tu contrario.

Judo son las caídas.

Judo es aprender y practicar los movimientos.

Judo es aprender a tirar controlando para evitar que tu compañero se haga daño, y aprender a caer y practicar las caídas para realizarlas con soltura.

Judo es tener contacto físico con tu compañero, sentirlo delante y pelear bajo unas normas que todos aceptamos y respetamos.

Judo es no levantar la voz en clase y estar en silencio cuando se trabaja.

Judo es tratar con tus compañeros, Judo es saber pedir perdón cuando sin querer propinamos un golpe o una patada o tiramos sin un buen control.

Y Judo es saber dar las gracias a tu compañero cuando ha trabajado contigo y te ha ayudado a progresar.

Y Judo es aprender a ganar y a saber aceptar perder y con un fuerte espíritu de superación tratar de remediar la situación.

Concluyendo que Judo es respeto y que Judo son formas.

Y como todo esto que es Judo forma una parte importante de la vida del niño que lo practica, sin darse cuenta lo irá integrando en su vida con normalidad, lo que le hará formarse y crecer y en definitiva vivir. 

Por eso podemos decir que el Judo enseña a vivir…