José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

Este artículo tampoco es nuevo. Se lo pasé a Jesús Asensio, y lo subió en Arajudo el 15 de febrero de 2012.

Estos días he tratado de agrupar por temas, los artículos subidos por Jesús Asensio en Arajudo y por Alfonso Escobar en RFEJYDA.

En total suman más de trescientos y he recuperado este, que viene a cuento con la situación, y coincide con que mi alumno Jorge Monge, que ha comenzado a trabajar, con la suerte de que su trabajo le gusta, por lo que se siente feliz trabajando, y me cuenta y dice siempre que se lo está “pasando en grande”.

El Judo como trabajo. (15 febrero 2012)

“Es trabajo”, me dice un alumno resignado cuando le llaman para trabajar en un bar de copas todo un fin de semana, y puede o no apetecerle en ese momento dedicar todo ese tiempo, a trabajar hasta altas horas de la madrugada.

Y aunque puede parecer que trabajar en un ambiente de ocio es un trabajo “agradable”, no es lo mismo ir de fiesta, que trabajar en la fiesta. Como tampoco es lo mismo hacer lo que te gusta, qué que te guste lo que haces.

Podremos hacer lo que queramos, podremos hacer lo que nos gusta, aunque siempre si en el trabajo nos gusta lo que hacemos, habremos conseguido uno de los objetivos más importante en nuestra vida.

El profesor de Judo ha hecho de su afición su oficio, su trabajo, su forma de vida. Ha tenido la suerte de conseguir hacer lo que le gusta y que le guste lo que hace. En la actualidad tener trabajo es casi una lotería y poder elegir en qué trabajar un lujo.

Muchas personas en su puesto de trabajo casi siempre están deseando terminar para encontrarse con sus amigos o ir a casa con los suyos.

“Estamos entre amigos, estamos juntos, haciendo lo que nos gusta, estamos bien” decía a sus compañeros Raúl Clemente en el último entrenamiento regional que le habían encargado dirigir en la federación aragonesa, tratando de motivar a los que desfallecían, a mi modo de ver, en uno de los mejores entrenamientos regionales que se han realizado en Aragón en esta última época.

Los profesores de Judo tenemos la suerte de que nos gusta lo que hacemos. Nuestro trabajo es creativo, nos relacionamos con la gente, trabajamos con personas, con niños, vendemos Judo, administramos Judo, enseñamos Judo…

La mayor parte de las veces hemos hecho de nuestros alumnos nuestros amigos, y trabajamos entre amigos.

Tenemos a nuestros niños mucho más tiempo que un profesor normal.

El profesor de una asignatura convencional, tiene al niño durante un curso. Un tutor lo puede tutelar un ciclo de dos o tres años, pero un profesor de Judo empieza con un niño, y si las cosas se desenvuelven con normalidad, lo lleva durante todo su desarrollo y en muchos casos mantiene una relación de por vida.

Vemos como evolucionan los niños, cómo progresan no solo en Judo, que también, sino cómo maduran y se hacen mayores y cómo, los que empiezan de adultos van empapándose de Judo y muchas veces cambian su manera de ver y de hacer las cosas.

“Me da la vida”, dice un alumno que trabaja como ingeniero en una empresa de construcción eléctrica, cuando le pregunto por cómo le ha ido la clase de Judo que imparte a niños en un colegio cuando termina su jornada laboral como ingeniero estresante y cargada de problemas.

Y también como en todas las profesiones también surgen problemas. Y como trabajamos con personas, los problemas suelen surgir del trato, de la relación.

En ocasiones, los profesores por defender “los derechos” de un alumno, discutimos incluso nos enfadamos con federativos y otros profesores por algo tan banal, aunque en ese momento no nos lo parezca, como que lo incluyan en un grupo para participar en una competición o una concentración, sin tener a veces en cuenta la desproporción de la discusión y la repercusión con amigos y personas con las que vamos a tener que seguir tratando profesionalmente toda la vida.

No obstante, el problema habitual con que topa el profesor de Judo, es cuando se encuentra con “el niño que le complica la clase”, y consigue que esa clase le resulte incómoda de impartir, que de alguna forma le haga ir por obligación y le haga sentir que esta trabajando.

Llega a esa clase, y parece entonces que existen dos bandos, el profesor y los niños. Es quizá el momento en que más duro se le hace al profesor de Judo su profesión. Cuando acude a disgusto a una clase, por culpa de uno o varios niños que incordian en el grupo.

Y entonces, el reto que tiene que plantearse el profesor es ganárselos y pasárselos a su bando, o mejor dicho, conseguir que no haya bandos y que juguemos todos en el mismo equipo, con el mismo objetivo, con la misma pelota y en la misma dirección, disfrutando con el Judo.

Recuerdo cuando decidí comunicar en casa que quería orientar mi vida hacia el Judo. En mi casa todo el mundo estudiaba o había estudiado una carrera. Yo en ese momento estaba matriculado en Veterinaria y la decisión de dejar de estudiar suponía un trauma familiar.

Una amiga mía, una judoka vasca que estudiaba medicina en Zaragoza, me entendía, me alentaba y me decía que “en lo que quieras ser, tienes que intentar ser el mejor” y ahí sigo… intentando mejorar.

Como comentaba en la reflexión titulada “el profesor de Judo de mi hijo”:

“Si recordamos la importancia y la influencia que un profesor de cualquier asignatura pudo tener en nuestra educación y quizá tan solo durante un curso, tenemos que entender y que asumir la que puede tener un profesor sobre nuestro hijo, y cuanto más la importancia del profesor de Judo, que podrá incidir durante muchos más años y con una “materia” entre manos (el Judo), que el niño practica con verdadera ilusión y en muchos casos con una “entrega total”.

Conforme el niño va creciendo y va teniendo criterio propio, desde su visión de la vida, va conociendo más al profesor. El profesor sigue siendo importante pero va captando sus valores y sus fallos que lo hacen humano, lo que le hace entenderlo mejor. Lo que nunca pudo vivir con un profesor de una asignatura convencional porque su relación fue muy corta, lo vive con una persona a la que ha llegado a querer y que ha llegado a conocer bien, sin ser un familiar, porque lleva mucho tiempo a su lado.

Para el profesor también la relación con ese pequeño va variando. En un principio el niño es un niño más en la clase. Los lazos crecen y se van estrechando a través del trato diario. De ser un pequeño con una relación de dos días a la semana en un grupo de pequeños, a tenerlo cerca prácticamente todos los días. Pasa de ser un pequeño más en el grupo, a hacerse un judoka que se empieza a hacer importante en la vida del profesor.

Es por eso que el profesor de Judo tiene que ser consciente de lo que representa en la vida del niño. Y tiene que ser responsable y consecuente con lo que dice y hace.”

“Predica con la vida más que con palabras, el ejemplo es el mejor mensaje”.

Y el profesor de Judo se ilusiona y llega a sentirse competente, cuando ve a sus alumnos salir adelante y hacerse un hueco en la vida. Entonces en la parte que él siente que puede haber contribuido, entiende que su labor tiene sentido.

Alumnos y profesores más jóvenes en muchos casos no entienden su dedicación y le miran raro. Llenos de vida, se creen el centro del universo, él también se lo creía, no son conscientes de que todo lo que están viviendo él ya lo vivió.

Él también tuvo 20 años y tuvo las mismas vivencias. No inventan nada. Por donde ellos van pasando y sus problemas, ya pasó. Situaciones en casa, con los estudios, con el trabajo, con el entrenamiento, con las competiciones, con las lesiones, con las amigas, las novias, los viajes…

Y además de pasarlo, tiene mucha más experiencia pues lo ha visto y vivido de cerca muchas veces con muchos de sus alumnos…

Y trabaja con Judo, enseña Judo, administra Judo, intenta educar, inculcar ideas y está trabajando, y aunque a veces se sature y se canse, no tiene esa sensación porque dedica y emplea su tiempo en lo que más le gusta: el Judo.

Y es por eso que el Profesor de Judo aunque trabaja, muchas veces no tiene la percepción de hacerlo, y nunca suele decir que “va a trabajar” cuando va a impartir una clase de Judo, ni habla de trabajo (aunque lo sea), cuando se refiere a sus clases de Judo.