José Ángel Guedea Adiego

8º Dan de Judo – Árbitro Nacional – Maestro Entrenador Nacional

A menudo la palabra disciplina tiene una connotación negativa. Y se debe a que la ejecución forzosa de la orden, puede ser regulada a través de una sanción. 

Los primeros días de curso, hay que ir comunicando las normas por las que nos vamos a regir en las clases de Judo. Horario, momento de llegar, de empezar, de conducirse durante la sesión, de donde y como colocarse en cada momento… y esto que dicho así parece tan sencillo y tan intranscendente es lo que es la disciplina: conjunto de reglas para mantener el orden entre los miembros de un grupo.

Y el cumplimiento de estas normas es lo que le va a dar al judoka confianza durante la sesión, pues va a saber en todo momento como él y todos, nos vamos a conducir.

En los grupos ya instaurados que ya conocen las normas, las nuevas incorporaciones lo tienen muy fácil. Y nosotros también. Casi no hay que decirles nada. En sus cerebros actúan lo que los especialistas denominan “las neuronas del espejo”: el comportamiento contagioso.

Los que se van incorporando aprenden el comportamiento por imitación.

Tenemos desde el comienzo en el club un grupo de pequeñitos que hacen Judo un día a la semana, ahora de 4,5 y 6 años. La sesión comienza a las 6, pero a menos veinte algunos con sus madres, padres, abuelo, van llegando y se sientan en los bancos del recibidor esperando que lleguen más, antes de pasar a cambiarse. Si desde que llega el primero que quizá entra hablando en voz alta con sus acompañantes, te diriges a él y le saludas en voz baja, él mimetizado, te responde en el mismo tono, y hablando a este nivel, los que van llegando, algunos alborotados se contagian y pasan a hablar igual y llega un momento en que niños, papás, mamás, abuelos… pasamos a hablar entre nosotros en un tono bajo, casi en susurros.  

En las sesiones de Judo tenemos que conseguir que se cumplan unas normas. La disciplina es necesaria para la convivencia. 

Y necesitamos dos tipos de disciplina, social (puntualidad, higiene, buenas maneras…), y de trabajo, para conseguir los objetivos propuestos.

Para cumplir objetivos hay que ser disciplinado y la mejor forma de llegar a ser disciplinado es instaurando rutinas.

La rutina es una manera de actuar adquirida por la repetición regular de un mismo tipo de acto, o por el uso reiterado y regular de una cosa, de una costumbre. En el Principito, Saint-Exupery escribe que: “la rutina es el gesto que reconocemos. La expresión de un orden que aporta sentido a nuestra vida y que la llena”.

Las rutinas nos proporcionan confianza. 

Los judokas tenemos establecidas unas rutinas para cada ocasión. 

De forma general:

El saludo al pasar al tapiz y antes de empezar, el orden en la sesión, el calentamiento dentro de unas formas, la manera de realizar los movimientos, los uchi komi, el trabajo en desplazamiento, el randori… Todo esto practicado de una forma determinada, rutinaria, da sentido y seguridad al judoka durante su trabajo.

Cuando actuamos como profesores o entrenadores en el momento de impartir la sesión también tenemos nuestras rutinas: el modo como empezamos, el calentamiento, el orden en la sesión, la explicación y la práctica de los movimientos…

 Al empezar cada clase sea de pequeños o de mayores, cuando vemos como nuestros judokas responden y entran en el entrenamiento, nos da seguridad y confianza en nuestro trabajo.

A todos nos ha pasado en un momento determinado que en una clase de niños, el grupo  se nos va de las manos, que se nos desborda… que cada uno “va a su bola” y hace lo que quiere. Es un momento, tan sólo son unos segundos, pero nos invade una sensación de incapacidad, de agobio de incompetencia… que no sabemos porqué, pero que los niños se nos han alborotado y durante unos momentos hemos perdido el control de la clase.

Nos agobia el recordarlo porque fue un momento estresante, nos duele admitirlo y quizá no muchas veces, pero seguro que todos lo hemos sufrido.

¿Cómo influyen las rutinas en la educación de nuestros judokas?

En la vida de las personas hay una educación inconsciente que no cesa nunca. 

El establecimiento de rutinas es esencial a la hora de adquirir hábitos. La pregunta es: ¿Como los incorporamos? ¿Como hacemos para que nuestros judokas aprendan esos buenos hábitos, esas buenas maneras que puede aportar el Judo y hacer que se integren en su forma de actuar, para que se puedan aprovechar en el futuro y desenvolverse de forma adecuada en su vida diaria? 

Principalmente del modo en que los niños aprenden todo: copiando.

Con nuestro ejemplo, con las palabras que pronunciamos, con los actos que realizamos, con nuestra manera de conducirnos, se moldea de manera continua la conducta de nuestros judokas.

Hay estudios que indican que: 

En la edad infantil, los rasgos del carácter se adquieren mediante el ejercicio y se van reforzando hasta llegar a ser instintos más que decisiones conscientes.

Para los niños y en la juventud, la rutina es un hábito de conducta y de aprendizaje. Es aprender a saber como hacer y cuando hacer las cosas. 

Mientras que en la vida adulta la rutina es sinónimo de orden y seguridad.

Y después de presumir cierta facilidad en la adquisición de rutinas podemos afirmar que los judokas:

Por disciplina, cada día vamos a entrenarnos.

Por disciplina, si decidimos que queremos competir, realizamos un trabajo físico adicional.

Por disciplina, para poder entrenarnos tratamos de organizarnos en el trabajo y llevar los estudios de manera coherente.

Por disciplina, llevamos una vida ordenada acorde con los objetivos propuestos

Por disciplina, tratamos de comportarnos de manera adecuada en cualquier situación.

En definitiva:

Que un judoka por su forma de actuar deja en evidencia que es judoka… por disciplina.